15 may. 2025

Educar para la cooperación

Uno de los fines fundamentales de la educación es desarrollar la capacidad (con aptitudes y actitudes pertinentes), para la cooperación. Es fundamental porque el ser humano no es autónomo, solo no puede existir, necesita como mínimo la pareja de mujer y varón para tener existencia y después necesita de otros más para la subsistencia, ayudándole a superar peligros de la naturaleza, limitaciones, debilidades, ignorancias, etc.

Sin cooperación no hay matrimonio, no hay procreación, no hay familia, no hay hogar, en una palabra, aunque ya estemos en la existencia, la vida humana no será posible sin la cooperación. Desde luego, sin cooperación no hay sociedad, menos aún existirá la nación, el gobierno y el Estado. Es demasiado obvio, pero lo digo para comprender mejor, que educar para la cooperación, además de ser fundamental, es esencial y absolutamente necesario.

Dada la trascendencia de la cooperación, nuestra Constitución Nacional dispone en el artículo 73, como fin fundamental de la educación, la capacitación y desarrollo de la cooperación. Más aún, refuerza el mandato de este artículo en el artículo 113, vinculándola al cooperativismo y al desarrollo económico.

A pesar de la trascendencia de la cooperación, a pesar de ser un mandato explícito y reiterado de la Constitución, nuestro Ministerio de Educación y Ciencias, en sus diseños curriculares, planes y programas, ignora la educación, formación y capacitación en la cooperación.

Hace unos años, un grupo de profesionales, cristianos evangélicos, presentó en el MEC un proyecto para integrar en el currículo de bachillerato la educación, formación y capacitación en cooperación. El Ministerio de Educación ni se dignó a responder con acuse de recibo. Pocos años después, el mismo grupo de profesionales entregó otro proyecto con el mismo objetivo. Al final, el MEC respondió el año pasado, rechazando dicho proyecto, sin diálogo ni explicaciones válidas, que justificaran el rechazo.

Es evidente que al MEC no le interesa educar y capacitar para la cooperación y, aunque parezca mentira, tampoco le importa estar en situación delictiva, violando la Constitución Nacional.

La cooperación es un valor esencial característico de la cultura paraguaya, desde sus raíces históricas y especial, y extraordinariamente encarnado en la Guerra de la Triple Alianza, cuando hasta los niños cooperaron en la defensa de la nación y, acabada la guerra, con el país diezmado, con la fortaleza y espíritu patriótico de las mujeres, gracias a la cooperación solidaria, levantaron el país con todos los supervivientes. Todavía, como signo de esa cultura de cooperación, quedan las “mingas” campesinas.

La educación que, de acuerdo al sentido común, la Constitución y la Ley General de Educación, debe hacerse en el contexto de nuestra cultura, ignora el valor en sí y el valor cultural de la cooperación.

Y esto sucede cuando varios sectores de la nación, atropellando la ética y la moral, movidos por egoísmo salvaje, corruptos y corruptores, roban descaradamente de las arcas del pueblo en el Estado, hundiendo al país en deudas, pobreza y subdesarrollo.

Hoy más que nunca en la historia del Paraguay es urgente la educación para la cooperación. Si el nuevo Gobierno no renueva el Ministerio y la educación que él regenta, estará traicionando al pueblo paraguayo y sus legítimas esperanzas.