24 abr. 2024

Dos sacerdotes, dos mundos

La reina Letizia de España y de la primera dama paraguaya Silvana Abdo, arrodilladas junto al sacerdote jesuita Francisco de Paula Oliva

La reina Letizia de España y de la primera dama paraguaya Silvana Abdo, arrodilladas junto al sacerdote jesuita Francisco de Paula Oliva

Foto: Gentileza

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Mientras la fotografía de la reina Letizia de España y de la primera dama paraguaya Silvana Abdo, arrodilladas junto al sacerdote jesuita Francisco de Paula Oliva, valorando su obra humanitaria en el Bañado Sur, era ponderada en ámbitos internacionales, un tribunal de Luque convertía al padre Silvestre Olmedo, ex párroco de Limpio, en uno de los primeros sacerdotes católicos condenados por acoso sexual a una mujer en el Paraguay, aunque con suspensión de ejecución de la condena.

Dos sacerdotes, dos mundos. Dos conductas distintas de seres humanos, miembros de una misma milenaria institución religiosa. Dos modelos de apostolado sacerdotal. Dos posturas eclesiales ante un antiguo conflicto con nuevas resonancias.

La imagen de la reina española y de su anfitriona gubernamental junto al pa’i Oliva ofrece varias lecturas. En un plano político, puede interpretarse como la reivindicación de un héroe civil. La dictadura del general Alfredo Stroessner –a la cual el actual presidente Mario Abdo Benítez está ligado por orígenes familiares–, persiguió a Oliva y lo expulsó del país en 1969, acusándolo de “comunista”, por impulsar una educación crítica y liberadora. Que hoy la esposa del mandatario lo aplauda por su reconocido trabajo social tiene un eco de justicia moral, tardía pero relevante.

La visita de Letizia contribuye además a hacer visible algo negado o minimizado en este país. Con sus 93 años de edad, Oliva sigue siendo un personaje incómodo para los sectores conservadores y parte de la jerarquía de la Iglesia Católica paraguaya. Este anciano achacoso y de espíritu adolescente sigue encendiendo fuegos de solidaridad y utopías.

Desde su regreso del exilio, además de acompañar las muchas causas populares, Oliva demostró que su opción por el cambio social no es de discursos, sino de obras. Se instaló a vivir en el Bañado Sur, implementando proyectos para dignificar a los olvidados por la sociedad y el Estado. Creó la Asociación Mil Solidarios, convocando a mil personas que aporten fondos para dar becas de estudio a niños, niñas y jóvenes pobres. Tiene cerca de 500 becarios y es el núcleo de varias acciones, como el Centro de Atención Familiar (CAFA), el Programa de Reinserción Escolar de Niñas y Adolescentes en Situación de Embarazo y Maternidad (Renasem), las mujeres de Cateura Accesorios, que hacen joyas de la basura reciclada. Recibe el respaldo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) y es uno de los proyectos que la reina Letizia vino a visitar y a mostrar.

Más allá de la postura que uno tenga acerca de la monarquía, el reconocimiento de Letizia al trabajo de Oliva y sus colaboradores, que suple las ausencias del Estado paraguayo, ha sido fundamental.

En el otro extremo, la penosa realidad de un sacerdote condenado por acoso sexual, gracias a la valiente lucha de un grupo de organizaciones de mujeres, y las lamentables manifestaciones de un sector de la jerarquía eclesial que insiste en aparecer cómplice de estos hechos delictivos, marca el contraste sobre un debate que debe profundizarse al interior de una sociedad todavía marcada por el largo predominio de un modelo de religión. Hay que avanzar hacia un Paraguay con menos Silvestres y más Olivas.

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