La corrupción ha desnudado la argamasa de la que está hecha una sociedad de sobrevivientes y de egoístas. La percepción del naufragio llevó a muchos a pensar cómo hacerlo incluso a costa del compañero de desgracia. Los administradores de recursos le metieron mano y la investigación de la prensa y el malestar social forzaron a la renuncia de algunos. Muchos siguen creyendo que este es el momento para el “manotazo” que históricamente es la base de la fortuna de muchos en este país. La cosa se ha vuelto tan difícil para un presidente abrumado por sus propias inseguridades que nombró al director de la lucha antidrogas como el encargado de vigilar las compras en tiempos de pandemia. Varias reparticiones quedaron desconcertadas, incluido su ex colega en la fiscalía René Fernández, encargado de luchar –en los papeles– formalmente contra la corrupción. El sistema busca protegerse contra la transparencia, la racionalidad y el malestar.
Los corsarios siguen adentro mas callados, pero no menos activos. La economía preocupada ha superado a los logros en la salud y todos miran cómo sobrevivir esto que parece prolongarse por un tiempo mayor. El Estado se verá forzado a cambiar a pesar de su disgusto y reacción contrarios. No podemos seguir gastando el 80% del presupuesto en salarios y un porcentaje de robo en compras públicas que puede alcanzar el 2.000%. Esto no puede seguir así. Nadie nunca antes se animó a bajar la temperatura del parque Jurásico, ahora en dos meses el coronavirus pareciera estar logrando algo imposible al punto que los empleados del partido de gobierno hacen huelga porque no cobran hace meses. Cada día que pase será peor para los que viven en el Estado y de los negocios con él. Será insostenible el sistema en estos términos. Deben estar rezando para que esto acabe para continuar con sus negocios. Pelearán duramente, estoy seguro, pero la realidad los derrotará. No tienen margen de maniobra, y qué suerte que sea así.
En dos meses hemos sacado varias de nuestras virtudes, entre ellas la resiliencia, dimos gracias a nuestra insularidad y juventud poblacional. Sigue siendo una dura prueba para todo un país y un mundo desconcertado ante el cambio radical de su modus vivendi. Hemos aprendido cosas que estoy seguro no las olvidaremos. Distinguimos a los cínicos de los auténticos con mayor claridad, a los justos de los injustos, a los honestos de los ladrones. Solo nos queda cambiar para adentro para tener alguna vez políticos que se nos parezcan y no los que lamentablemente merezcamos.