Por Guido Rodríguez Alcalá
Tener dengue en la casa es como tener gallinas o patos. El mosquito del dengue es un animal doméstico: se queda si se lo trata bien; se va si se lo trata mal. Es cierto que mucha gente no quiere tener el bicho ese, pero tampoco hace nada para echarlo. O por falta de higiene, o por falta de responsabilidad, el país se convierte en un enorme denguero.
Uno de los criaderos favoritos, y que no ha merecido mucha atención, son las botellas rotas colocadas sobre las murallas; si protegen de los ladrones, no protegen de la enfermedad. Así como se multa a los dueños de baldíos sucios, se debería multar a los que tienen ese tipo de criadero.
Además de las sanciones, que corresponden a las autoridades, hay muchas cosas que corresponden a las personas particulares. Por mucho que haga el Gobierno (municipal o nacional), poco resultado veremos si la gente no cambia de conducta. Ese cambio de conducta es una cuestión de responsabilidad y de ética. Uno no tiene derecho a enfermarse ni a enfermar a los demás.
El Gobierno puede tener muchos defectos; no entraré a juzgarlos. Pero sería un gran error echarle toda la culpa al Gobierno, o esperar del Gobierno toda la solución. Es necesaria una activa participación de cada individuo para evitar un mal mayor.
Lo digo porque (según pronósticos razonables) seguirán las lluvias, lo cual significa que aumentarán los casos de dengue. El régimen de las lluvias, como el comportamiento del tiempo, es algo que desconcierta a todo el mundo y tiene que ver con el recalentamiento del planeta. Aumenta la temperatura de la Tierra, y eso significa desequilibrio en las lluvias, las sequías, las inundaciones y las tormentas.
No necesito repetir lo que se ha publicado ya sobre el reciente informe de las Naciones Unidas. Pero puedo agregar algo: según ese informe, aumentará el riesgo de dengue en todo el mundo; cerca de 2.500 millones de personas quedarán expuestas a la enfermedad durante el siglo XXI. Esto no es para desesperarse sino para precaverse. Las enfermedades del recalentamiento global se pueden enfrentar en forma racional.
También se puede enfrentar el recalentamiento, y esta es una cuestión de los gobiernos y los particulares. En el mundo somos como 6.600 millones y, si cada cual hace algo, la suma de las acciones individuales tendrá un resultado considerable. Para dar un ejemplo: en las ciudades de España o Francia el aire es más limpio que en Asunción. La diferencia está en que los automovilistas no ensucian el aire como ciertos compatriotas. Aquí hay autos que circulan echando una cortina de humo por el escape. Esto hace mal, pero a los dueños de los autos no les importa y siguen ensuciando. Es cierto que en Europa las leyes sobre la contaminación ambiental son más severas. Pero no se trata sólo de las leyes, sino de su cumplimiento; allá existe más disciplina consciente.
Más de esa cualidad necesitamos para mejorar el medio ambiente y la salud, dos cosas que están relacionadas. El dengue llegó y fue derrotado en otros países americanos. No hay razón para que aquí deba ganarnos por goleada.