11 jun. 2025

Deberes y compromisos

Por Benjamín Fernández Bogado
flibre@highway.com.py

Para un país como el nuestro que está construyendo el Estado de Derecho sin planos, sin genética ni referencias, la democracia no pasa de ser un conjunto de normas que otorgan derechos a los habitantes para que estos devengan en ciudadanos. Sin embargo, este sistema político no se completa sin los deberes que constituyen la otra cara de ella. De la que poco se habla. De la que no se quiere admitir su necesidad porque implica compromisos y por sobre todo: tarea cotidiana.
Al Paraguay como país le hacen falta ciudadanos con deberes. Los derechos no son suficientes para entender la dinámica de una sociedad a la que se le prometió todo en nombre de la libertad pero no se la instruyó para que supiera su sentido y valor.
Graham Greene decía que “el ser humano es un deber”, implicando en el concepto que la tarea de realización de la persona se completa cuando se asume un compromiso, que no puede existir un cambio en el sistema de valores, de jerarquización y de rechazo si es que delegamos la tarea en otros. Por esa ausencia de ser en el deber, siempre se espera al que resuelva desde arriba o desde el costado, desde la oscuridad o desde la abstracción porque sencillamente no hemos asumido el compromiso de realizar la tarea por nosotros.
En un fabuloso texto de Jacques Barzun “Del amanecer a la decadencia de Occidente”, este describe las características de los que bajaron de los bergantines en la conquista y conformaron una cultura nueva afirmando que el hidalgo español, “el hijodealgo” o “el hijo de la nada” no era más que el campesino andaluz y extremeño devenido a pobre por los efectos del envío de oro y plata del Nuevo Mundo que terminó por empobrecer sus tierras y volviéndolo marginal del compromiso al punto de que una de sus escasas satisfacciones era: el no sacarse los sombreros frente al rey.
El “vyro chúsco” nuestro es el hijo o nieto del hidalgo español. Aquel que acaba el sentido y valor de la acción en el gesto anecdótico con que el se concede un valor que no tiene. Este grupo solo quería ser militar o cura o tal vez, como afirma Barzun, su realización estaba en llegar a ser funcionario público para administrar derechos de otros sin asumir ninguno de sus deberes.
Nuestra concepción con respecto a la norma, las instituciones o la democracia en su conjunto no pasa de ese tipo de gestos de supuesta altivez que reflejan en realidad una pobreza para involucrarse o asumir tareas en una democracia, como la nuestra cada vez con más habitantes en el padrón pero con menos ciudadanos en la política.
Los juristas alemanes hablan hoy del derecho del deber, casi como un juego de palabras que nos empuja a reconocer la imperiosa tarea de despertar el compromiso de los pocos ciudadanos que todavía creen que el deber-democrático se corresponde al evangelio del creyente. Sin eso la democracia es hueca, repetida y distorsionada.