14 ago. 2025

De curiosos a bondadosos

Narumi Akita, socia de ADEC.

Narumi Akita, socia de ADEC.

Quienes quieren que un mensaje sea memorable y enseñe algo profundo usan esta estrategia: cuentan una breve historia. Hay una que se narró hace mucho tiempo atrás, pero sigue muy vigente. En ella se enseña sobre tres posibles actitudes que emergen cuando vemos que alguien próximo a nosotros está herido.

El interesante relato empieza así: un día un hombre fue atacado por ladrones, quienes le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del camino. El primero en pasar fue un sacerdote, quien al ver al hombre cruzó al otro lado del camino y siguió de largo. Son los que piensan “si no le presto atención no es mi responsabilidad”. Entonces, si está fuera de la vista, está fuera de la mente. No se acercan a la gente para no tener que ayudarles. Son expertos en conservar la distancia.

La narración continúa: luego pasó un ayudante del templo que se acercó y vio al hombre allí tirado, pero siguió de largo. Son los curiosos, pero indiferentes. Miran a la víctima y cuando terminan por satisfacer su morbo, pasan de largo. Son quienes sacan su celular no para llamar por ayuda, sino para quitar una foto o filmar… y seguir su camino. Son la razón por la cual la industria del chisme es tan rentable. Les gusta mironear y discutir sobre los problemas de otros, sin involucrarse jamás.

Luego la historia da un giro y pasa a la tercera persona, quien cuando vio al hombre sintió compasión por él, paró y se acercó. Vendó sus heridas, lo subió a su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento donde se aseguró que cuidasen de él.

Sí, es la historia del buen samaritano. Muy escuchada, muy leída. Probablemente iba a perder la atención de más de un lector si la revelaba enseguida. ¿Qué quiero decir de ella que ya no se haya dicho? Solo enfatizar que las personas heridas (física o emocionalmente) nos rodean todo el tiempo. En nuestras empresas, en nuestros grupos sociales, en la calle, y en nuestros hogares mismos. Sin embargo, estamos apurados, y el apuro es la muerte de la bondad. No obstante, mientras más lento voy, más veo. Si levanto la vista más allá de la pantalla, me compadezco.

La indiferencia ni mira al herido. La curiosidad le quita una foto y se va. Pero la bondad para, se acerca y le ayuda. Es inevitable realizar un autoanálisis. ¿Qué actitud tengo yo? A veces las tres… en un mismo día.

Se va el año y también vamos por un camino con pasos acelerados –a veces corriendo–. Indiferentes y fisgones abundan, así que desde ADEC la invitación es fortalecer en Paraguay esa tercera actitud. La de la vocación de servicio, la que se detiene, la que se acerca y venda las heridas de quien lo necesita.