25 abr. 2024

Dalia y don Rafael

Ocultas. Tanto Dalia López como Ferreira todavía no se presentaron ante la Justicia.

Dalia López

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La inverosímil historia de Dalia López retrata insuperablemente la gelatinosa situación de la seguridad del Estado. La, hasta entonces, desconocida mujer que trajo al Paraguay a Ronaldinho con documentos falsos era dueña de un poderoso holding de negocios, presidía una fundación de beneficencia y se movía en deslumbrantes helicópteros.

Con la prisión de Ronaldinho, en marzo del 2020, nos enteramos de que Dalia disponía a su gusto la provisión de documentos paraguayos a quienes quisiera. Y pronto supimos que su poder e influencia eran superlativos: la estrella del fútbol mundial y su hermano se tragaron seis meses de encierro, mientras a ella nadie la tocó.

El alboroto fue de proporciones mundiales. Tanto que Dalia escaló a la lista de los cinco prófugos más buscados del Paraguay. De hecho, con la recaptura reciente del narco Samura y el asaltante Roque Pyguasu, hoy es ella quien encabeza el tablero.

Aunque el paradero de Dalia fuera un misterio, algunos aspectos de su poder económico empezaron a salir a la luz. Detrás de los promocionados emprendimientos caritativos parece ocultarse una espesa trama de lavado de dinero a través de múltiples actividades que, curiosamente, dejan muy pocos rastros en los registros oficiales.

Dalia era buscada intensamente, nos decían, pero no la encontraban. Sin embargo, sus abogados, sí, pues presentaban recusaciones a jueces y fiscales, interponían hábeas corpus y anunciaban que pronto se pondría a disposición de la Justicia. Pero Dalia no apareció. Eso sí, pese a la clandestinidad, siguió haciendo negocios. El año pasado la Fiscalía se incautó en Ciudad del Este de un camión repleto de supuestas mercaderías de contrabando que era custodiado por su propio abogado. Hace unos días, su nombre volvió a aparecer en la prensa, pues un empresario muy ligado a ella está en el centro mismo del actual escándalo en Aduanas.

Un año y medio después, Dalia sigue prófuga. La Policía, con desconcertante sinceridad, sostiene que está en el país, porque en el Brasil o la Argentina ya la hubieron detectado. Es obvio que está en Paraguay. Y nadie la encontrará mientras esté dispuesta a repartir su dinero. El fiscal Marcelo Pecci lo dijo de modo más elegante: “El poder de evasión de esta mujer es superior a la capacidad de la Policía de aprehenderla”. El ministro Giuzzio fue emplazado y la cúpula policial cambiada. Pero Dalia no será encontrada mientras tenga plata y protección política.

Estos dos elementos disuelven la endeble institucionalidad de la seguridad nacional. Si hay efectivo y amigos poderosos, ni siquiera hace falta esconderse. Hace unos días fue detenido en Panamá un narcotraficante israelí llamado Yossi Ben Ari. Había sido apresado en la década de los noventa con casi cinco kilos de heroína que intentaba pasar de Holanda a Israel. Recibió una pesada condena, pero logró escaparse y se radicó en nuestro país, se nacionalizó paraguayo y vivió orondamente durante 28 años. Era un empresario exitoso de hoteles y juegos de azar que adoptó el nombre falso de Ron Gamliel.

“Don Rafael” —como lo llamaban respetuosamente— tenía una vida pública muy activa hasta que cometió la imprudencia de tomar un avión que hacía escala en el aeropuerto de Panamá, donde su verdadera identidad fue descubierta por las huellas dactilares. Estaba buscado por la Interpol. Tres días después estaba en una prisión de Israel. La Interpol de Paraguay tenía la misma orden de captura, pero en casi tres décadas no lo encontró. ¿Es posible esto sin dinero y protección política?

Es muy probable que Dalia y Rafael se hayan encontrado alguna vez, pues compartían la afición de invertir en casinos y tragamonedas. Una foto entre ambos sería muy simbólica. Serviría para recordarnos que en Paraguay, si hay dinero y protección política, la Policía jamás encontrará al prófugo, no importa que esté escondido o haga vida pública.

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