01 jun. 2024

Crónica desde el horno

Andrés Colmán Gutiérrez — @andrescolman

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Le legisladora manifestó que las vacunas contra el Covid-19 deben estar en Paraguay, pero la realidad es otra y solo el 3% de la población hasta ahora está inmunizada, lo que calificó como el “porcentaje más bajo del planeta”.

Foto: Gentileza.

The New York Times y Bloomberg lo confirman con las estadísticas de Worldometer: El país que en los últimos días se colocó primero en el ránking de mayor cantidad de muertes por Covid-19 en el mundo, por cada millón de habitantes, es uno chiquito y mediterráneo en América del Sur, llamado Paraguay.

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No es muy gratificante obtener liderazgos internacionales como este, como no lo fue figurar periodos sucesivos en el ránking de los países con mayor percepción de niveles de corrupción e impunidad, pero hay que aceptar lo que somos, para intentar cambiarlo.

“Estamos en el horno”, admitió con honestidad brutal el siempre sin filtros director de Vigilancia de la Salud, Guillermo Sequera. “Hoy somos el país con mayores casos por día”, reconoció. Y con un vehemente guaraní, calificó: “¡Hendy!” (“La situación arde”).

“Estamos en el horno” es un dicho popular que indica “estar en una situación de angustia, de riesgo”, según el sitio web Significado y origen de expresiones famosas. “La referencia al horno es evidente, pues quien está en él, está a punto de ser cocinado”, destaca.

Estamos en el horno. El promedio de muertes por Covid-19 se mantiene en alrededor de cien por día, lo que equivale a cuatro fallecimientos por hora. A cada día que pasa suman los reportes de familiares, de amigos queridos, de personas conocidas, que se nos mueren tras agónicas odiseas en busca de camas de terapia intensiva que ya no existen.

Son muertes dolorosas, que probablemente no hubieran ocurrido si no estuviésemos tan vulnerables ante la pandemia, si nuestro precario sistema de salud pública estuviese mejor equipado, si se hubieran invertido bien y a tiempo los millonarios fondos de emergencia aprobados por el Congreso y las autoridades no hubiesen acabado envueltas en escandalosos hechos de corrupción que además quedan impunes, si los miembros del Gobierno hubiesen sido más proactivos en gestionar las vacunas a tiempo y con eficiencia.

“Muchos me preguntan si estamos en el horno. Y les digo que estamos en el horno, como otros países lo estuvieron y probablemente lo estarán. Lo importante es salir rápido del horno”, dijo Sequera. Totalmente de acuerdo, pero ¿cómo salir, cuando el Gobierno solo consiguió traer el 5,8% de las vacunas compradas y solo pudo vacunar al 3,5% de la población? ¿Cómo salir, si los que administran el país han perdido autoridad, confianza y respeto de la mayor parte de la población, debido a su ineficacia, y se ha declarado una especie de rebeldía civil ante cualquier intento por imponer nuevas restricciones sanitarias?

“Nos esperan semanas de aumento en la cantidad de fallecidos, las proyecciones más benignas hablan de 130 a 140 fallecidos por día, las semanas que nos esperan van a ser las más difíciles”, vaticina nuestro epidemiólogo sin filtros.

No nos queda más que resistir con los mayores cuidados posibles, seguir reclamando vacunas con insistencia, seguir construyendo en medio de la emergencia y confiar en que, cuando hayamos podido salir del horno, hayamos aprendido la lección. Algo hay que hacer para cambiar de una vez este sistema político inútil, corrupto y asesino.

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