Por Antonio María Delgado
Al inicio de lo que terminó siendo la peor semana en la historia de Wall Street, los ejecutivos que participaban en un foro de fondos de cobertura realizado en Miami intercambiaban sonrisas y tarjetas de presentación con una destreza que hacía recordar a la orquesta que tocaba música en la cubierta del Titanic. El sistema financiero mundial hacía agua, debido en parte a los excesos cometidos en la industria a la que ellos pertenecen, pero era difícil darse cuenta de tal cosa al pasearse entre los ejecutivos que asistían al Hedge Funds World LatAm. El pánico estaba totalmente ausente en los pasillos y salones del lujoso Four Seasons Hotel de Miami o, al menos, era difícil de ver en los rostros de los presentes, quienes se mostraban más interesados en ampliar sus listas de contactos que en rumiar sobre las dimensiones del témpano de hielo que amenaza
Y es que business is business en el mundo occidental, incluso cuando está en llamas. El deseo de lucrar, la esencia básica del capitalismo, no descansa cuando suenan las sirenas de alarma, y puede que el miedo lleve al inversionista a salir huyendo para escapar del fuego, pero -si hay posibilidad de ganar dinero- siempre se las arreglará para regresar, aunque sea solo para vender algunas mangueras.
INCONVENIENTES. Nadie parecía tener esto tan claro como los ejecutivos que participaban en el evento. La industria enfrenta serios problemas en momentos en que la volatilidad del sistema financiero internacional está llevando a muchos de sus clientes a buscar instrumentos de menor riesgo. Pero en vez de rasgarse las vestiduras, los presentes discutían nuevas estrategias para generar mayores retornos a las valientes almas que decidan permanecer con ellos. “Los actuales tiempos de volatilidad requieren la revisión de la estrategia”, decía uno de los conferencistas. “Pero aun hay ciertos sectores en América Latina que son una buena apuesta a largo plazo” (si siente curiosidad, estos son el sector minorista, el energético y el de infraestructura).
Otros celebraban la fortaleza macroeconómica de la región, que si bien no podía garantizar que América Latina se mantuviera totalmente inmune a la volatilidad que se ha apoderado de Europa y Estados Unidos, sí la deja mejor preparada que en el pasado para resistir los embates. Las razones esgrimidas son las mismas que todos conocemos: los altos niveles de reservas internacionales, un mejor manejo fiscal y los más bajos niveles de endeudamiento. También hubo las acostumbradas palmaditas en la espalda a los gobiernos de Brasil, México, Chile, Perú y Colombia, y las usuales críticas a los conocidos villanos de la modernidad y el libre mercado, encabezados por Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Los ejecutivos, sin embargo, se mostraban renuentes a discutir qué es lo que podrían hacer para contener la hemorragia de depósitos que pone en riesgo la supervivencia de muchos de los fondos, diciendo que en gran medida la suerte de la industria depende de la velocidad con que Estados Unidos logre poner su casa en orden.
SOBREVIVENCIA. No obstante, coincidieron en decir que un factor sería el determinante para definir quiénes sobrevivirán y quiénes pasarán a mejor vida: la performance de cada uno de ellos. El mercado en su sabiduría darwiniana favorecerá al más eficiente a costa de los débiles. Pero en este caso puntual se tratará de una “sabiduría carnicera": poco después del evento comenzaron a salir proyecciones que afirmaban que se viene una extinción masiva de fondos. Los sobrevivientes podrían ser muy pocos. El mercado de US$ 2,6 billones (millones de millones) podría encogerse a un tercio.
Aun así, los presentes no mostraban ningún tipo de duda de que los fondos de cobertura sobrevivirán al actual periodo de volatilidad, e incluso pronosticaron que volverán a ser mecanismos de inversión populares una vez que disminuya la actual aversión al riesgo, haciendo referencia al carácter cíclico del mercado, que suele aborrecer un día para amar al siguiente.
La teoría recibió un fuerte espaldarazo tres días después del evento de manos de Wall Street. Tras culminar una semana donde el temor a la volatilidad de las acciones propinaba al mercado la mayor paliza de su historia, los inversionistas retornaban al mercado el lunes presa de otro tipo de miedo: el de perderse el rally que eventualmente catapultó el promedio industrial Dow Jones a ganar más de 936 puntos, el mayor incremento de su historia.
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