La última audiencia general que se celebró en San Pedro fue el 26 de febrero de 2020 y después fueron suspendidas por las medidas sanitarias debido a la pandemia. El miércoles, como ya en las ceremonias de la Semana Santa, Francisco volvió a saludar desde el papamóvil a los miles de fieles congregados en la plaza.
Poco antes de las 9.00, el papamóvil, escoltado por sus guardaespaldas, recorrió la plaza. "¡Viva el Papa!”, gritó la multitud cuando apareció el pontífice, en medio de una nube de teléfonos y banderas. Cientos de personas se agolpan alrededor de las barreras para saludarle.
“Aunque somos ortodoxos, para nosotros era importante venir. Dios es el mismo para todos”, dijo a la AFP Dan Stella, originario de Rumania.
Los fieles presentes expresaron su alegría al ver el regreso de esta “tradición”. Muchos guardan en mente la imagen del Papa caminando solo en la plaza desierta de la basílica a finales de marzo de 2020, en el punto álgido de la pandemia.
El Papa, de 85 años, bendijo a los fieles con una sonrisa, pero parecía seguir sufriendo de dolor en la rodilla.
Odile Lafarge, que vino desde Francia con su nieto, no “quería perderse esta audiencia”. “Su mensaje es siempre de paz y reconciliación. Nuestro mundo lo necesita”, opinó. “Lo que me llama la atención desde que llegamos es la cantidad de jóvenes. A veces no se ven muchos jóvenes en nuestras iglesias y verlos tan numerosos y motivados demuestra que la próxima generación está ahí", señaló.
CATEQUESIS. La catequesis volvió a estar centrada en el tema de los ancianos y el papa pidió a los padres que siempre acerquen a sus hijos a los ancianos, “incluso cuando estén enfermos o no muy bien de la cabeza” y que “si no hay otra posibilidad que llevarlos a las residencias” que se vaya siempre a visitarlos.
“Son el honor de nuestra civilización y los hijos a veces se olvidan de ello (...) Pensar que son un desperdicio es un pecado grave”, indicó Francisco.
Francisco condenó “cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una culpa. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en una apertura para la burla y la agresividad. Puede suceder incluso entre las paredes domésticas, en las residencias, como también en las oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad”. Y puso el ejemplo de algunos sucesos en los que chicos han quemado la manta que cubría a un vagabundo, “porque lo veían como un desecho humano” pero agregó que esto es sólo “la punta del iceberg, es decir, del desprecio por una vida que, lejos de las atracciones y de las pulsiones de la juventud, aparece ya como una vida de descarte”.