El nerviosismo los vuelve patéticos. Es divertido verlos abanicándose con sus encuestas y rezando por que sean ciertas. Son tan distintas que es obvio que algún encuestador miente. Uno de ellos dibujó al gusto del cliente una supuesta medición. Pero, ¿cómo saber cuál? Mientras, solo le queda a los políticos el nerviosismo. Y la plata, que correrá a raudales. Suele decir Sebastián Acha que el único momento en el que el dinero se redistribuye en el Paraguay es en los días previos a una elección.
Ambiente tenso y pronóstico incierto. Los titubeantes “indecisos”, los odiosos y enigmáticos “NS/NR” y los culopesados que no se van a votar pueden definir al ganador. Es el momento de golpes de efecto. Al oficialismo colorado le vendría de perillas, por ejemplo, capturar de pronto a toda la cúpula del EPP. A la disidencia, por su lado, le cuesta disimular su satisfacción por la vergonzosa inundación del superviaducto, símbolo del éxito constructivo del gobierno Cartes. Los asesores de campaña recomiendan caminar con pies de plomo, extremar los cuidados y no cometer errores en los días finales de campaña. A algún candidato se le aconsejará no asistir a debates, al otro ser más vehemente en las críticas al oponente y, a todos, mucha prudencia.
En ese sentido, los gurús electorales de Santi deben estar con los pelos erizados. En una sola semana ocurrieron varios episodios espantavotos. Todo comenzó con la difusión del audio del presidente de la Essap, Carlos Arce López, quien, luego de pedir cándidamente que los celulares sean apagados, informó a sus funcionarios que había conseguido mantenerles una gratificación ilegal bajo el disfraz de “subsidio familiar” gracias a la mediación de Santiago Peña. El anterior presidente del ente había salido envuelto en sospechas de corrupción, pero no decía frases tan idiotas como su sucesor. Essap corroe la campaña de Peña porque la impunidad es segura en esa empresa en quiebra.
Luego aparecieron los audios del ex ministro de la Juventud Arturo Giménez y actual alto funcionario de Itaipú. ¿Un caso de acoso sexual en el ámbito laboral? Algo más que eso. Es un intento de contraespionaje subdesarrollado con el fin de robar celulares con información comprometedora. Arturo, al amparo de su cargo, “tanteaba” a diestra y siniestra, dejando peligrosas huellas informáticas. La tibia reacción del Gobierno apunta a más impunidad y eso también corroe a Santi.
Y, como si eso no fuera suficiente, el inefable Luis Canillas se encargó de difundir sus propios videos en los que desarrolla una embriagante virilidad contra... figuras de cartulina. Hay que estar enfermito para mandarse hacer corpóreos de cartón de quienes te caen antipáticos... El muchacho no tiene arreglo. Su tendencia al ridículo es invencible. Hasta las penosas y vulgares puteadas de Cachito Delgado son más tolerables. A todos los citados, el Estado paraguayo les paga muy buenos sueldos aunque corroan la campaña de Peña. El candidato intenta no pensar en ello, pero le resulta difícil hacerlo cuando ve a sus asesores mordiendo lápices y estirándose los pelos.