Las tendencias de evolución del trabajo que la 4ta. revolución industrial ya traía consigo se aceleraron dramáticamente empujados por el nuevo “modo Covid de vivir”, poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación a ritmos frenéticos:
-El uso de la tecnología que permitió el trabajo a distancia masivo, la automatización y la aplicación más generalizada de la inteligencia artificial y su demanda de nuevas competencias.
-La incertidumbre y falta de estabilidad del mercado que obligan a las empresas a reinventar sus productos y servicios, sus relaciones laborales, ser flexibles y cuidar sus costos.
-Las nuevas expectativas de los trabajadores que ya no persiguen depender de una profesión o trabajo para toda la vida que se puede cortar de golpe con la próxima crisis. De una persona se espera hoy que cambie por lo menos 3 veces de profesión y más de 10 veces de trabajo a lo largo de su vida.
-La velocidad de los cambios en nuestro estilo de vida que acortan el ciclo de vida de productos y empresas al mismo tiempo que aparecen nuevas, hoy son esenciales en nuestras vidas empresas y servicios que no existían en el 2008, como WhatsApp.
Por todo esto, en vez de preguntar cómo me vuelvo a emplear mejor cambiar a la pregunta, cómo hago para trabajar. La realidad laboral del futuro inmediato propone que las personas armen un portafolio de trabajos en donde, uno de ellos le asegure el pago de sus necesidades básicas, y además desarrolle otras actividades paralelas con las que complete sus necesidades de ingresos, sean emprendimientos propios, proyectos o trabajos temporales complementarios.
En esta nueva economía gana quien antes identifica las nuevas competencias requeridas para trabajadores y líderes, y las adquiere rápido. Saber aprender es la más importante. Claudia Pompa, investigadora y consultora, en una de las Charlas Conectadas de Jobs nos dejó un mensaje contundente: la vida laboral es hoy un tour de aprendizaje sin certezas más que una línea recta predeterminada.
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