Los niños y adolescentes que estudian en la escuela Francisca Eloísa de Duarte, del barrio Trinidad, no pueden usar la totalidad del patio de la institución en las horas de recreo porque hay una fila de automóviles estacionados en el predio del centro educativo.
Los automóviles son de los maestros y directivos, que se ven obligados a robarles espacio a los chicos debido a que –según afirman– ya se intentó robar varios vehículos en los alrededores.
“A una profesora intentaron robarle el auto. Se descompuso la puerta y se hizo incluso la conexión directa como para llevar, pero sin éxito”, explicó la profesora Jenny Martínez, una de las docentes de la escuela, ubicada sobre la calle Auditores de la Guerra del Chaco, que es la preferida de los asaltantes, según indican.
“En esta zona asaltan de siesta. A una chica le robaron su auto, un Toyota Premio. Eran las 12 del día cuando le llevaron. Entró a comer y cuando salió ya no encontró su vehículo”, añadió.
Por su parte, la profesora Carolina Villalba, que también enseña en el centro educativo, aseguró que en la zona claman por más presencia de efectivos policiales, sobre todo para proteger a los jóvenes, que suelen estar expuestos a la salida de clases. “Queremos tener un resguardo policial, porque tememos por los alumnos, sobre todo por los adolescentes. Salen y se colocan los auriculares de sus teléfonos, por más que en el colegio no se permita. Todavía no tuvimos casos de víctimas de alumnos gracias a Dios, pero es un peligro”, afirmó la docente, quien con otros colegas ya presentaron una nota a la Comisaría 12ª Metropolitana para que se haga un patrullaje en la zona, sobre todo de siesta, que es la hora de salida de los estudiantes.
Pero los asaltantes, sobre todo los que se mueven en motocicleta, no tienen horario fijo, según la experiencia de Naomi Olmedo (18), que ya no se anima a salir de su casa luego de que un asaltante le apretara un cuchillo en el cuello para robarle un celular. Eso ocurrió en la tarde del pasado domingo 19 de abril, frente al edificio de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. “Venía caminando con mi mamá y vimos a dos hombres que estaban sobre una motocicleta estacionada. Cruzamos la calle para evitar pasar al lado de ellos, pero luego nos siguieron”, dijo la joven con voz entrecortada. Luego, tras un respiro, como para tomar fuerzas, prosiguió. “Se me acerca un hombre, me dice que no grite y que le dé mi celular. Al principio no me salía la voz del susto, pero después pude gritar y él me apretaba algo en la garganta. Salió el guardia privado de un edificio a defenderme; no se llevaron mi celular, pero sí mi mochila”, expresó.
Naomi no realizó la denuncia porque dice que ya no confía en la Policía.