Vestigios de esquirlas de balas y proyectiles de las numerosas revueltas y revoluciones intestinas se dejan ver en distintas partes del Panteón Nacional de los Héroes. Tras la restauración, salieron a la luz las cicatrices de la historia sobre la corteza original del monumento. Lo mismo ocurría con los detalles artísticos y toda la simbología que permanecían ocultas, bajo la decena de pintura sintética.
Hoy, el Panteón reabre sus puertas al público en el marco de un acto de restitución de las urnas con los restos de los héroes que la habitan. Se hará ahora, ante la vista de los grifos (leones alados) que escoltan la inscripción Fides et Patria (Fe y Patria), que se encuentra en la fachada frontal del edificio.
“Esas criaturas mitológicas resguardan los tesoros; entonces, simbólicamente podemos entender que ellas son las que guardan los valores de la patria, de la identidad. Eso no se notaba”, explica la arquitecta Silvia Rey, de la firma Barrail Hnos., quien tuvo a su cargo la restauración.
En las paredes y columnas, se ven manchas o parches que forman parte de las huellas de las partes afectadas. “La restauración es conservar el edificio, no es dejarlo bello solamente. Su belleza tiene que ver con el paso de los años, no que sea nuevo”, expone.
La piel del monumento es de revoque símil piedra, hecha con mezcla de arena de arroyo, cal y polvo de ladrillo. Con el paso del tiempo, fue cubierto con cemento y pintura.
Como este edificio se levantó desde sus bases con ladrillos cocidos y argamasa de cal, necesita “respirar” y la gran cantidad de sintético usado como mantenimiento fue dañando toda la superficie.
En especial, los ornamentos que decoran el Panteón y que es relato mudo del valor histórico que conserva este ícono de la ciudad. “La tarea de la restauración es justamente rescatar; eso le explicamos a la gente que se preocupa por los detalles, esos que son las cicatrices que nos cuentan la historia. Esos cuadraditos que ves ahí –dice por los notorios parches– son los lugares donde encontramos esquirlas de balas que eran de las revoluciones que hubo acá”.
La desnudez del Panteón restaurado deja ver varias marcas que cubren las microfisuras. “Tenemos un revoque antiguo, lo que llamamos la pátina del tiempo: que es ya la suciedad o envejecimiento del material. Nosotros replicamos el mismo material, pero es nuevo”, dice.
Otros edificios históricos europeos –compara–, como el Oratorio de París o el Panteón de Roma, tienen el mismo aspecto. La gente les pregunta por qué no pintan y ella responde: “Es más fácil pintar para esconder las cicatrices que asumirlas y conservarlas”. Hoy sus muros exhalan buena parte de la historia del país.