Armados con palos y silbatos, los chalecos amarillos aparecen cada noche en barrios como los de la periferia de Santiago de Chile para evitar que sus vecindades se vean alcanzadas por la ola de vandalismo que ya saqueó al menos 330 supermercados a nivel nacional, entre ellos varios incendiados posteriormente. Lejos de protagonizar altercados como hace pocos meses hacían los chalecos amarillos de Francia, estos de Chile se volvieron los mejores socios de los militares desplegados cada noche en las calles del país, a pesar de que claramente vulneran la prohibición del toque de queda, que ordena a todo el mundo permanecer en sus casas.
“Necesitamos proteger el punto de abastecimiento que tenemos aquí, no para los intereses comerciales de ninguna empresa, sino para la tranquilidad y normal funcionamiento de nuestras vidas y de nuestros barrios”, explicó Alejandro Mellado, uno de estos chalecos amarillos. Junto a sus vecinos, Mellado custodia un supermercado en el Municipio de Ñuñoa, justo frente a la autopista Vespucio, el anillo vial que circunvala la ciudad y que funciona como una suerte de frontera con la periferia de Santiago. En ese punto llegaron a juntarse hasta 200 chalecos amarillos el sábado para evitar que una turba cruzara la autopista desde la Comuna de Peñalolén para saquear la tienda. EFE