Por pa’i Oliva |
Nada más al llegar al Paraguay me cuentan de un accidente de tráfico. Una moto choca con un vehículo y se abre la cabeza el conductor. Mi pregunta fue instantánea. ¿Llevaba casco el motorista?
Y la respuesta me dejó desolado. “Sí lo llevaba, pero pareciera que era de juguete.” Se me acaba de decir que era un casco barato. Que era gua’u. Que se llevaba esa inutilidad solamente para que la Policía no lo multara. Y la vida, ¿acaso no vale más que una multa?
Mi reflexión es sobre el largo camino que tenemos todavía que recorrer para vivir todos responsablemente.
Los fabricantes han de fabricar cascos para salvar la vida a los motociclistas y que no sean disfraces más bien de carnaval.
Y los usuarios antes de fijarse en la cilindrada habrían de considerar si la plata les llega para comprarse un casco que les salve la vida.
Y la Policía ser lo suficientemente entendida para descubrir un casco de verdad de una apariencia de casco.
Y lo que hablo del casco lo repito refiriéndome a la moto.
De noche me estoy tropezando con motos con las luces apagadas. Me dieron una causa. Muchas de las motos son de tan baja calidad que con el traqueteo de nuestras calles empedradas pronto se descompagina todo el aparato eléctrico.
Pregunto, ¿por qué no se hacen retirar de circulación a estos “asesinos en la oscuridad”?