24 abr. 2024

Carta a mi abuelo Federico

Camilo Filártiga Callizo

Escribo estas líneas como nieto varón mayor, poco después que hayas partido. Como dijo uno de los tíos: “Te nos adelantaste para preparar el camino... nada más”. De chico crecí en tu casa, al salir del colegio era el lugar obligado todas las tardes hasta que papá o mamá me buscaban para volver a casa, ya al terminar la tarde. En esas tardes en la casa de Eligio Ayala, te recuerdo siempre sentado en el sillón de tu escritorio, con la ventana que daba al patio a tu espalda, leyendo un libro, el diario o escribiendo en la computadora, con esa biblioteca inmensa y el cuadro con la foto en blanco y negro de un señor mayor con sombrero y un cigarro… (años después entendí que se trataba de W. Churchill). Siempre tenías algo para decir… ”¡Oh Camilete!” eras generoso y yo te miraba con respeto y admiración.

De niño comprendí tus convicciones sobre el Derecho y la política, que lo que nos salva como especie es la libertad, y que sin justicia no hay nada. Entendí también la importancia del compromiso ciudadano con lo que nos pasa como país, y que el liberalismo no renuncia a la mirada y preocupación por el otro/a. También de aquellos tiempos recuerdo tus largos sermones sobre el stronismo, la violación de derechos y de lo que significaba vivir en un país sin libertades. Mediante tu ejemplo de coherencia aprendí a valorar el Derecho y entenderlo como un servicio e instrumento para buscar la justicia.

No me voy a olvidar nunca la noche gloriosa del 2 al 3 de febrero… del 89, en San Bernardino (¿donde va ser?) los gritos de alegría, de júbilo cuando te enteraste que cayó el tirano, en ese momento tenías 65 años y habías pasado hasta ahí más de la mitad de tu vida entre gobiernos autoritarios (Higinio Morínigo y Stroessner).

Durante esos largos años de dictadura, ocupaste la presidencia del Colegio de Abogados y de la Federación Interamericana de Abogados (FIA), espacio desde el cual, denunciaste internacionalmente las violaciones a los derechos humanos en el país. En democracia asumiste destacadas funciones públicas como ser ciudadano constituyente y luego, presidente del Consejo de la Magistratura, órgano creado en la constitución para mejorar la selección de jueces. Ambas responsabilidades las asumiste a una edad avanzada pero con el entusiasmo de un joven deseoso de ver a su país libre de las ataduras de la corrupción, el clientelismo y otros flagelos sociales.

Crítico siempre de las prácticas políticas perversas, sean coloradas o liberales, tu afiliación y militancia en el PLRA (desde la juventud ALON) no sesgó tu opinión en lo más mínimo hacia la inconducta y malas prácticas de alguno de sus dirigentes, objetando públicamente dichas inconductas cuando fuiste requerido. Quizás esa actitud crítica, te valió no haber ocupado otros cargos de relevancia en el partido, o haber tenido mayores espacios.

Finalmente, párrafo aparte, para la gran pasión que nos legaste a nietos y ahora bisnietos, San Bernardino, y especialmente, el Club Náutico, del cual fuiste por varios años miembro de la comisión directiva y luego, presidente del club. Mis recuerdos de infancia más memorables los tengo ahí, tu grupo de amigos.. Yulí, tío Lilo, tío Chicholo, Fati, Justito… las idas a la granja Aragón, en Pirayu’i, con la Peugeot 504 blanca, en el trayecto, parabas y saludabas a todos, y todos te saludaban con un respetuoso “Don Federico”… amable y generoso con todos.

Hoy siento que lo que soy en lo personal y profesional lleva implícita una parte importante de todo este aprendizaje y de todo ese legado ético y de conducta.

En fin, así te recuerdo y escribo estas líneas emocionado. Viviste mucho y no por el tiempo transcurrido, sino porque verdaderamente honraste la vida. Lamento que no hayas podido ver ese país diferente por el que tanto luchaste, “con el puño alzado te sigo viendo, te sigo viendo”.

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