Por Andrés Colmán Gutiérrez
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Queridos Reyes Magos:
Me dicen que escribirles es tontería o pérdida de tiempo, porque ustedes son de mentira, no existen en la realidad.
¿Cómo no van a existir...? Si viven en el alma de tantos niños. Si son capaces de convocar tantos sueños y fantasías en el amanecer de cada 6 de enero. Si están en el recuerdo nostálgico de los adultos que quizás nunca hemos dejado de ser un poco niños en algún lugar del corazón. Ustedes están más vivos y son más reales que muchas personas de carne y hueso, hoy convertidas en patéticos fantasmas y mentiras vivientes.
Dirán que es inocencia o ignorancia, pero creo que es magia: hasta los nueve años de edad, como tantos niños de mi pueblo, yo creía fervorosamente en los Reyes Magos.
La magia nos envolvía al escribir cartas de letras temblorosas, con el esfuerzo de enumerar supuestos actos de bondad, para canjearlos por una pelota de cuero o un camioncito de juguete. Poníamos las cartitas en el interior de los calzados, junto a la ventana, convencidos de que era el mejor correo postal al País de los Sueños.
Sí... era magia la que nos impulsaba a dejar pasto y agua fresca. La que nos mantenía en duermevela, esperando vislumbrar las siluetas de los tres sabios y sus camellos. La que nos despertaba de un salto para ver qué había en los zapatitos. La que inundaba las calles de risas infantiles en la mañana del 6 de enero, convirtiendo al mundo en una feliz aldea de niños jugando.
Un día se rompió el encanto... Algún oscuro pyrague nos reveló la verdad y nos robó la magia. El mundo se volvió otro. Los Reyes Magos no existen. Los Reyes Magos son los padres. Los Reyes Magos son el invento publicitario de un shopping center. Los Reyes Magos son políticos en campaña llevando juguetes a los barrios pobres, a cambio de votos. En un mundo así, ¿cómo puede haber espacio para la magia?
Por eso hoy les escribo de nuevo, buscando recuperar el espíritu de aquel niño que despertaba feliz a revisar sus zapatos. Y en estas líneas, otra vez temblorosas, les dejo mi humilde lista.
Les pido, queridos Reyes Magos, que nos traigan de regalo las ganas y las fuerzas para seguir creyendo que es posible construir un Paraguay mejor. Que a pesar de que el país está como está, con tanta pobreza, corrupción, impunidad, no caigamos en la desesperanza, en el error de creer que esto no lo arregla nadie, y de que ya no vale la pena luchar.
Les pido que nos laven las telarañas de los ojos para ver que, a pesar de tantas malas noticias, también hay cosas lindas que han ocurrido y siguen ocurriendo. Que hay mucha gente construyendo pequeñas cosas, desde lo cotidiano, desde lo comunitario. Que en el país gobernado por los sinvergüenzas también hay mucha gente honesta, valiente, idealista, y a lo mejor están allí, en la casa vecina. Lo que pasa es que muchos periodistas todavía no tenemos el valor o la capacidad de descubrir que ellos son en realidad la buena noticia, la verdadera noticia.
No les pido que vengan ustedes a solucionar nuestros problemas, porque en realidad no podrían hacerlo, por más magos que sean. Además, no va a servir, porque así no aprenderíamos nada. En cambio, sí podrían ayudarnos a descubrir que nosotros podemos, que somos capaces de superar nuestras propias limitaciones, de unirnos por encima de las diferencias pensando en el país que les vamos a dejar a nuestros hijos.
Un país en donde ningún mitã'i o mitãkuña’i despierte llorando porque los Reyes no le trajeron un juguete.
Les saluda, con cariño.
Andrés