En una jornada cargada de solemnidad y de significancia histórica para el Paraguay, el cardenal Adalberto Martínez Flores, primer purpurado paraguayo en la historia de la Iglesia Católica, participó de la apertura del cónclave en la Capilla Sixtina, que se celebra para elegir al sucesor del papa Francisco.
“Y yo, Adalberto, cardenal Martínez Flores, prometo, me obligo y lo juro. Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano’’, fueron las palabras en latín con las que el arzobispo de Asunción selló su compromiso de guardar el más absoluto secreto sobre todo lo relacionado con la elección del nuevo Pontífice.
De esta forma, juró cumplir fielmente las normas del cónclave y responder con obediencia a la misión confiada por Cristo.
La primera jornada concluyó, como se preveía, con la tradicional señal de “humo negro”, indicativo de que aún no se ha alcanzado un consenso entre los cardenales electores.
Un total de 133 purpurados con derecho a voto prestaron juramento, entre ellos, el cardenal Cristóbal López Romero, de origen español, pero naturalizado paraguayo que figura como elector número 69, mientras que Martínez ocupa el puesto 84 en el orden de votación.
El acto fue presidido por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, quien encabezó el solemne juramento que cada cardenal replicó de manera individual, colocando una mano sobre los Evangelios.
Adalberto Martínez, quien llegó al cónclave tras un intenso camino pastoral y social, había expresado en la víspera un mensaje a todos los paraguayos.
Pidió a los fieles paraguayos sus oraciones para que en este solemne acto del cónclave, y que ‘‘el Dios Misericordioso pueda revelar sus designios sobre la Iglesia en el mundo. Jesús es sabiduría, y la alegría de su presencia en medio nuestro. María Santísima, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros”.
Hoy los purpurados paraguayos, creados cardenales por el papa Francisco, continuarán encerrados y emitirán sus votos para tener un nuevo Pontífice.