“No hay luz, pero ellos iluminan el excremento”, ironizó el líder opositor Juan Guaidó, reconocido como mandatario interino por medio centenar de países, refiriéndose al plan Venezuela bella, lanzado por el presidente Nicolás Maduro durante su sexto año en el poder.
En tanto, un ciudadano posa delante de una impactante cortina de luces que parece flotar sobre el contaminado río Guaire, en Caracas. “Es sorprendente”, confiesa Alexis Dugarte, sin inmutarse por el olor putrefacto del cauce que atraviesa la capital venezolana.
“Darle este regalo a las personas es buenísimo, sube el ánimo”, afirma Dugarte, de 26 años, rodeado por decenas de curiosos que se toman selfis en la iluminación de más de un kilómetro, financiada por el oficialismo. Otros, con celular en mano, se fotografían desde los techos o las ventanillas de carros. La desolación que marcó a la ciudad en las últimas navidades quedó atrás, pese a la grave crisis.
El ornamento en Caracas se extiende hacia Los Próceres, amplio bulevar adyacente al complejo militar Fuerte Tiuna, donde uniformados tratan de ordenar el tráfico congestionado por la gran afluencia.
En Chacao, en el acomodado este de Caracas, plazas y avenidas, ahora adornadas e iluminadas, muestran un constante movimiento. “Instalamos 2.600 luminarias LED para que los vecinos se reencuentren con la noche. Donde hay iluminación, hay más seguridad”, dijo el alcalde de Chacao, Gustavo Duque.
Esta semana, en un mercado de clase media, el chasquido de tijeras se mezcla con el olor a pino recién cortado. Árboles de Navidad de hasta dos metros son ensamblados con ramilletes naturales. El más grande venden a 60 dólares.
Este año, los arbolitos de pino fueron “un boom”, señala Brenda Velásquez, dueña de una floristería que duplicó las ventas, la mayoría en dólares, tras vivir en 2018 “el peor de los últimos cinco años”.
“Muy poca gente te paga en bolívares”, indica Velásquez, confirmando la dolarización que representa más de 50% de las operaciones comerciales, según la firma Ecoanalítica.
Parte de ese dinero lo envían muchos de los 4,5 millones de personas que emigraron por la crisis, a través de cambistas que poseen cuentas en Venezuela y en el exterior.