18 abr. 2024

Augusto Roa Bastos: El centenario de nacimiento de un genio literario

La mayoría de los escritores coinciden en que Roa es el mayor representante de la literatura nacional. Su obra trascendió las fronteras y le valió el reconocimiento más importante para las letras hispanas.

Adrián Cáceres y Sergio Noe

Hoy celebramos el centenario de nacimiento del máximo exponente de las letras paraguayas: Augusto José Antonio Roa Bastos (1917-2005), autor de una obra marcada por la historia del país y un análisis magnífico del poder, es el creador de la trilogía compuesta por las piezas Hijo de hombre, Yo el Supremo y El fiscal.

Poesía, cuentos, novelas, guiones cinematográficos, teatro y más componen los géneros a los que este literato volcó su creatividad, marcado por el exilio de casi cincuenta años: el primero desde 1947 y el segundo –y definitivo– desde 1982 (hasta 1989), tras su expulsión por la dictadura de Alfredo Stroessner.

Pero apenas pudo retornar a su patria lo hizo definitivamente para compartir con su tierra y los suyos. Su vida se apagó el 26 de abril de 2005, en coincidencia con el Día del Periodista, profesión que ejerció con pasión.

La escritora Renée Ferrer, presidenta de la Academia Paraguaya de la Lengua Española (Aparle), califica al Cervantes paraguayo de “excepcional”.

“Roa, aparte de ser un escritor extraordinario, le dio al Paraguay y a la literatura paraguaya algo muy importante: una visibilidad universal. Es considerado un escritor tan grande como los más grandes del mundo. Al ganar el Premio Cervantes, ha quedado corroborada esa magnificencia de su literatura”, señala la autora de Los nudos del silencio.

Sin límites. Además, Ferrer agrega que Roa dejó un listón muy alto para los escritores paraguayos. “Tenemos que trabajar muchísimo para poder estar a la altura de Augusto. Demostró también que el paraguayo puede llegar a lo más alto de la literatura. Eso es muy importante, porque nosotros tenemos la tendencia a minimizarnos, a creer que no podemos, y no es verdad”, asevera Renée.

“La literatura paraguaya merece ser tenida muy en cuenta (...). Los escritores del exilio acometieron la gran obra de haberla hecho visible”, apunta la titular de la Aparle.

Elogio internacional. Los más importantes escritores alabaron la obra de Roa. En ese sentido, Antonio V. Pecci, en su libro Roa Bastos. Vida, obra y pensamiento, recopila las palabras de varios escritores sobre el autor de Contravida.

El colombiano Gabriel García Márquez y el portugués José Saramago lo elogiaron. El primero dijo que “iluminó los conflictos sociales, políticos e históricos de nuestro continente"; en tanto que el segundo apuntó que la obra de Augusto “está al nivel de la mejor literatura internacional”.

A su vez, la mexicana Elena Poniatowska aseveró que Roa es “un gigante de las letras con un gran compromiso latinoamericano"; mientras que el argentino Mempo Giardinelli afirmó que “Yo el Supremo es, junto con Cien años de soledad, una de las novelas magistrales que no ha terminado de ser valorada en el mundo”.

A nosotros, acaso nos queda el mismo pensamiento de la paraguaya Gladys Carmagnola, quien, cuando falleció Roa, indicó: “No sé si por egoísmo o porque todo ser humano tiene esperanzas y sueños, compartidos o no, encuentro en mí una gran falta en este momento. Nos habíamos acostumbrado a su retorno”.

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Festivales rendirán homenaje al eximio escritor

Dos festivales gratuitos se realizan hoy en honor al centenario de Augusto Roa Bastos. Uno de los festejos arranca a las 9.30, en la explanada de la Municipalidad de Asunción. Actuarán el requintista Juan Cancio Barreto, el cantante Rolando Percy, el organista Martín González junto a la violinista Andrea González, y el Colegio Pablo L. Ávila.

Por otro lado, en la Plaza Uruguaya (25 de Mayo y Antequera) se realiza otro festival desde las 18.00. En esta celebración participan Ricardo Flecha y Óscar Fadlala; Diana Barboza; el Ballet de Sussy Sacco; y la Orquesta Sinfónica del Congreso, dirigida por el maestro Diego Sánchez Haase.

“Roa fue uno de los escritores de América Latina más serios”

Por John Kraniauskas *

Augusto Roa Bastos fue uno de los escritores de América Latina más serios, a nivel de la escritura y en la práctica misma. Borraba y cambiaba mucho, había un trabajo intenso con el lenguaje. Por ejemplo, el novelista Carlos Fuentes escribe bien, pero lo puede hacer más fácilmente.

En cambio, con Roa me parece que hubo más trabajo con el idioma. Yo el Supremo está lleno de vocablos rearticulados en su español, e incluso juega con el idioma, rompiendo y rehaciéndolo, según pautas de otros escritores y otras lenguas, incluso el guaraní. Yo el Supremo –de la corriente literaria del Boom Latinoamericano que nuclea a escritores como Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa– es una representación paródica, humorística y crítica de la dictadura en el contexto de la independencia.

Es una novela histórica, gracias al trabajo del autor de revivir del pasado a un dictador para traerlo al presente. Allí es clave la interpretación del presente en el que escribe Roa entre el 60 y 70 en Buenos Aires, contexto en el que nace su proceso creativo, con diálogos de personajes que no coexisten, que no son contemporáneos, emergiendo así su ficcionalidad.

Roa hablaba de la necesidad de la segunda independencia latinoamericana. Por eso, emprende un experimento literario con la figura de un dictador, en donde se parodia al régimen de la dictadura y al escritor.

Es interesante el enfoque intenso que vuelca Roa sobre el doctor Francia, un dictador jacobino –identificable por el archivo historiográfico que maneja– que se muestra un déspota y revolucionario a la vez, siendo una aparente contradicción. Lo que se representa en la obra no es una dictadura latinoamericana al estilo Pinochet o Stroessner, o de las dictaduras de Argentina o de Brasil de los 60 o 70. Más bien, tiene algún rasgo del estilo dictatorial de Fidel Castro. En su texto, existía una combinación rara de dictaduras, pero más bien enfocada en la tradición latinoamericana del jacobinismo revolucionario, al estilo de la revolución francesa. La figura central sería una mezcla del líder francés Maximilien Robespierre y Napoleón. El primero fue un jacobino del momento más radical de la revolución francesa, que desarrolló la política del terror contra los “enemigos de la patria”, elemento usado en Yo el Supremo, que desde lo popular y supuestamente democrático es una contradicción.

Su obra se puede leer como una crítica del stronismo, ya que hay referencias indirectas a lo que ocurre en el Paraguay del 60 y 70. Por ejemplo, se habla de paulistas que invaden el este de Paraguay, y que en su versión contemporánea sería el campesinado brasileño, o de los intereses del gobierno del vecino país sobre el Paraguay. Hay momentos fantásticos que evocan dictaduras contemporáneas. También se contradice la dictadura con la revolución social. Se puede concluir que Yo el Supremo es una novela increíblemente compleja, con un intenso trabajo del lenguaje, pero quizás más importante es su labor sobre el archivo historiográfico.

(*) Británico. Doctor en literatura latinoamericana. Profesor de la Birkbeck College de la Universidad de Londres. Hizo su tesis doctoral sobre Yo el Supremo. Extracto de entrevista a ÚH.

Las cifras

6 Número de sus principales novelas. Destacan Yo el Supremo (1974) e Hijo de hombre (1960).

1986 Año de la edición en inglés de Yo el Supremo, a cargo de la renombrada traductora Helen Lane.

25 Cifra estimativa de traducciones de Yo el Supremo, entre otros, al inglés, alemán, francés, japonés y chino.

El Cervantes: La consagración literaria

En 1989 Augusto Roa Bastos fue recompensado con la mayor distinción para las letras españolas: El Premio Miguel de Cervantes. El reconocimiento le llegó en el mismo año de la caída de la dictadura.

Cuando recibió el galardón, el autor de Yo el Supremo indicó: “La concesión del Premio Cervantes, en la iniciación de esta nueva época para mi patria oprimida durante tanto tiempo, es para mí un hecho tan significativo que no puedo atribuirlo a la superstición de una mera casualidad. Pienso que es el resultado –en todo caso es el símbolo– de una conjunción de esas fuerzas imponderables, en cierto modo videntes, que operan en el contexto de una familia de naciones con la función de sobrepasar los hechos anormales y restablecer su equilibrio, en la solidaridad y en el mutuo respeto de sus similitudes y diferencias”.

Asimismo, agradeció el alto honor de ser distinguido por su labor, considerándose un discípulo de Cervantes y admirador profundo de Don Quijote de la Mancha, máxima obra del escritor español.

“La literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje. Y es esta batalla el más alto homenaje que me es dado ofrendar al pueblo y a la cultura de mi país que han sabido resistir con denodada obstinación, dentro de las murallas del miedo, del silencio, del olvido, del aislamiento total, las vicisitudes del infortunio y que, en su lucha por la libertad, han logrado vencer a las fuerzas inhumanas del despotismo que los oprimía”, resaltó Roa al recibir el Premio.