El alfarero abrirá el taller más antiguo de la Ciudad de la Frutilla los días 10, 11 y 12 de julio, desde las 7.00 hasta las 22.00, para que la gente aprenda a valorar el arte. Por eso, ya está arreglando los entornos del lugar.
“Yo sé que la gente quiere tocar el barro con el torno. En ningún lugar de Areguá se va a ofrecer esto en ese tiempo. El costo será de simplemente dos dólares (G. 10.000) por persona”, dice Maqueda, integrante de la cuarta generación de alfareros y ceramistas de su familia, y actualmente estudiante de un masterado en Turismo.
En el caso de los niños, el aprendizaje de barro será gratuito. “Si son niños los que quieran aprender esto, no vamos a cobrar. Queremos que el niño quiera la artesanía”.
La venta artesanal en tiempos de Navidad y de Caacupé siempre es un gancho. “Siempre estira y vende la religión”, comenta el artesano, sin perder de vista también que hay que tener una cierta prudencia en la cuestión de inversión.
Con la venida de Francisco se estima una gran afluencia de turistas de paso por Areguá. Teniendo en cuenta este factor, los artesanos direccionan su oferta hacia las piezas pequeñas que se puedan transportar fácilmente.
La Copa América 1999 había dado una lección muy importante a los alfareros de la capital del Departamento Central que se quedaron con pérdidas al pensar que el gran arribo de turistas deportivos traería una bonanza al sector que apostó por la venta de recuerdos. “Nos quedó un miedo en ese tiempo, porque hicimos miles de tagua y nos quedamos con un montón de pérdida y de tagua”.
La apuesta alfarera actual son los recuerdos pequeños que puedan ser transportados más fácilmente que las famosas planteras de gran porte que se ofrecen en el paseo de los artesanos que solo pueden cargarse en vehículos de igual tamaño.
La fabricación de piezas mínimas y transportables promueve el renacimiento del arte popular que se plasma en forma de cuadros pictóricos de barro, creados por artesanos de 90 años y más. Maqueda sostiene que estas obras nacidas de la mano koygua es una alternativa vigente.
Para hacer más resistentes las piezas, los artesanos promueven calentar más el horno. Suben la temperatura a 200º para que las piezas aguanten cualquier tipo de transporte.
turistas. En las veredas del paseo de artesanos sobran los cántaros, los cerdos revestidos con colores alegóricos de clubes de fútbol, las alcancías, los pesebres, las figuras de los dibujos de temporada y hasta veladores con la forma del papa Francisco esperando por sus futuros dueños.
Areguá también aguarda a huéspedes de paso, por eso prepara sus hoteles, hostales y posadas de familia. Los restaurantes y hasta los canoeros con entusiasmo están esperando a sus clientes para brindar los servicios que necesiten los llamados turistas religiosos.
“Nosotros estamos sacando estas poncheras. Esto ya es algo que nos caracteriza, pero son para llevarlas en vehículo. Cuestan G. 120.000, aunque es una pieza múltiple, no hay otra igual. El tipo de pintura que tiene es particular. Solamente saca mi señora. Por eso estamos preparando este tipo de trabajo”, dice Maqueda, el artesano que invita a dar una vuelta por Areguá.