Sentados bajo el muelle, en el mismo lugar que hasta hace tres meses ocupaba el agua del lago, los canoeros miran hacia el horizonte. Las aguas están como a 50 metros de ellos. Miran preocupados.
Con la bajante, navegar se hace difícil. Más aún si la embarcación debe desplazarse con hélices. Esto tienen que explicarlo a los turistas que llegan con intenciones de darse una vuelta por los alrededores del lago. Con poca agua, no hay recorrido. Y sin paseo, no hay dinero.
“Es la primera vez que veo que esté tan bajo. Nosotros queremos trabajar, pero así no se puede”, dice Ignacio Romero, quien forma parte de los 15 canoeros que prácticamente se encuentran parados a causa del fenómeno que afecta al lago.
Ignacio y sus compañeros de vez en cuando miran al cielo, como clamando una lluvia que pueda volver a llenar el lago y volver a cubrir los 100 metros donde habitualmente estaba la orilla.
El diluvio que se desató sobre varias partes del país, la tarde del sábado, apenas fue una llovizna en Areguá, contaron los trabajadores.
SOBREVIVENCIA. Mientras esperan que la situación se normalice, más aún cerca de la temporada estival, los canoeros se las ingenian para conseguir el sustento de cada día. Algunos se dedican a la venta de frutas y otros al comercio de las artesanías. “Se hace lo que se puede y no lo que se quiere”, dice Ignacio, lanzando la sentencia en tiempos de sequía económica.
En el nuevo sector techado donde se ubican los vendedores, también esperan que el agua vuelva a subir. Para Norma Sánchez, una de las vendedoras de postres en la playa, reconoce también que el movimiento económico ha bajado. “Pero esto pasa también en todas partes”, señala. Según cuenta, hace muchos años también el lago había descendido bastante. Aunque no recuerda si fue como ahora.
“Igual le invitamos a la gente a que venga a conocer este lugar. Se arregló bastante, también está limpio. Se hizo un gran esfuerzo para ponerlo en condiciones. Areguá es una ciudad para venir a disfrutar en familia”, recomienda la comerciante.
Sentado en un sillón y mirando los juegos inflables que están a su cargo, Reinaldo Bóveda afirma que el fenómeno que afecta al lago Ypacaraí no repercute en el movimiento de la zona. Sin embargo, Narciso Meza, quien ofrece paseos a caballo, señala que hay poca presencia de visitantes.
Aprovechando el espacio libre que dejaron las aguas, un grupo de amigos y vecinos se decidieron dar su tiempo para limpiar la orilla.
Los turistas siguen llegando hasta el muelle para observar de cerca la sequía y hacerse la correspondiente selfie. Y aunque la situación no invite a quedarse mucho tiempo, recorrerán la ciudad declarada patrimonio recientemente.
Vinimos a pasear con la familia y el lugar nos gustó. Uno puede venir a pasar un buen momento en la ciudad. José Garay, turista.
La última vez que vine fue cuando era niña. Realmente me sorprendió ver lo bajo que estaba el agua. Carmen Meza, turista.