Después de casi treinta años del advenimiento democrático está sucediendo la segunda transición en Paraguay. Esta vez no son los uniformados del general Rodríguez ni tampoco las banderas ni proclamas de los partidos políticos. Es la insurrección ciudadana la que está en curso y ya acabó con dos legisladores y amenaza con forzar la salida de otros. La energía es el cansancio, hastío, frustración y rechazo. La primera transición se ha llevado a una generación que ha visto cómo, en nombre de la democracia y la libertad, estaba no solo perdiendo oportunidades, sino viendo su ausencia de destino. Es eso lo que mueve a los jóvenes. Primero en las universidades desde donde solo egresan el 10% de los que ingresan, y en donde si van becados al exterior les ofrecen a la vuelta asesorar gratuitamente a los legisladores. Una clara metáfora de una realidad que no puede seguir soportándose y junto con otros sectores sociales se han amotinado.
Fueron al principio unos pocos loquitos para convertirse en multitud persistente y constante que desafiando frío, lluvia y, por sobre todo, cansancio han escrachado de forma permanente hasta que Ibáñez y González Daher se vieran obligados a renunciar. En puertas de hacerlo Oviedo Matto, reconoció ingenuamente que había sido un error haber sacrificado gran parte de su vida en la política de la que solo sacó “frustraciones”. Caradura y sinvergüenza que incrementa la ira de los amotinados que saben cómo todos conocemos la trayectoria delincuencial del senador oviedista. ¿En qué campo de la vida privada y honesta podría alzarse con más de 10 millones de dólares un Miércoles Santo para dar sus votos a un candidato en campaña? ¿Qué actividad lícita rinde semejante beneficio? Genera la repulsa, incluso, de los despreciables secuestradores que en más de 20 años en medio de la selva “solo” han acumulado menos de la mitad en sus fechorías de dolor y muerte. Esta segunda transición está guiada por la lógica del ethic cleansing (limpieza ética) que no parece detenerse en nada hasta tomar la sala de máquinas y el puente de control de la nave.
Los administradores de la justicia, grandes responsables de esta travesía procelosa, tiemblan y con razón. De manera cómplice culpaban a los políticos como González Daher y Oviedo Matto, quienes con sus presiones les impedían ser justos y probos. Estaban en sus manos, cuando en apariencia eran socios y funcionales a ellos como se comprobó en varios casos. El ex fiscal general está preso y varios sospechosos aún siguen en sus cargos en el Ministerio Público y en la Justicia. Ahora los honestos no tienen pretextos. Deben ejercer su tarea. Los amotinados o escrachadores les han mostrado la senda de la valentía y el coraje. Todo aquello que no tuvieron por largos años en el ejercicio de sus cargos hoy no los deben hacer funcionales al viejo statu quo, sino deben ponerse del lado de los que mayoritariamente quieren un nuevo país y están amotinados.
No hay más espacio para los delincuentes y ladrones de la ilusión de la gente. Hay un motín a bordo y el cuerpo social se está purgando, expulsando a quienes ponen en riesgo su futuro. Hemos iniciado la segunda transición, la de la gente decente que quiere algo completamente distinto. Lo viejo ha comenzado a morir y los que pretenden mantenerlo con vida serán las próximas víctimas. El poder político debe escuchar a los amotinados por su propia supervivencia.