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Si el tema de una película es un perro y su hijo adoptivo humano, entonces no cabe ninguna duda de que el mensaje central tendrá que ver con la paternidad. Aunque construida como una aventura a través de épocas y personajes históricos, lo que siempre subyace es la relación padre/hijo entre Peabody y Sherman.
Como estamos ante una ficción animada, jamás importará que el padre sea un perro, supersabio y multimillonario, y el hijo un niño humano distraído y enamoradizo. Peabody ha construido una máquina que lo puede llevar a través del tiempo, y Sherman permitirá que una niña lo lleve a conocer accidentalmente varios personajes y momentos históricos transcendentales.
Este aspecto es, sin duda, instructivo porque aparecen Leonardo Da Vinci, María Antonieta, Robespierre, Tutankamon y George Washington, entre otros. Así que se da por descontado que algo de historia aprenderán los chicos mientras ven la película. Sin embargo, hay muchos chistes que solo se pueden apreciar si uno conoce justamente la historia y las anécdotas de estos personajes, por lo que solo alguien instruido en historia reirá más que el resto. Solo un ejemplo muy sutil: Ulises en el Caballo de Troya justo es el más tonto, lo que es una ironía porque en el clásico de Homero aquel héroe griego representa la astucia por sobre la valentía.
Sherman y Peabody no brindan una seguidilla de gags humorísticos como uno suele ver en estas producciones de animación, pero tiene momentos muy bien logrados como cuando Sherman experimenta con uno de los aparatos de Da Vinci.
Sin embargo, el fuerte de la película radica en la relación tan especial entre padre e hijo, lo que también ocurre entre la niña (que vuelve loco al pobre Sherman) y sus padres. No importan las vicisitudes que se impongan, ni los grandes acontecimientos históricos ni los personajes sobresalientes, el amor de un padre hacia su hijo es más fuerte.
Calificación: *** (buena)