23 jun. 2025

Al paredón con la mafia del algodón

Por Alfredo Boccia Paz

Si tan solo la mitad de lo que ha denunciado la prensa en estos días fuera cierto, sería más que suficiente para ejecutarlos por traición a la patria. Eso no ocurrirá, porque la mafia del algodón mueve demasiado dinero. Uno se ve obligado a reconocer que en ese campo las cosas estaban mejor en tiempos de Hernando Bertoni, aquel ministro de Agricultura de Stroessner y Rodríguez, que ocupó el cargo durante 22 años. Luego fuimos cambiando de ministro al ritmo aproximado de uno por año, excepto durante este gobierno que ya tuvo a cinco. El actual, Alfredo Molinas, a poco de asumir denunció que lo están boicoteando y negando información.
Lo que se ha denunciado es de terror. Compras directas de más de setenta mil bolsas de semillas a una empresa privada a pesar de la recomendación de la Dirección de Contrataciones de que el proceso sea invalidado. Informes ocultados, sobrefacturación y sospechas de vínculos con personajes del poder. Además, sorprende la laxitud con que se manejan las cifras. La importación de semillas se realizó porque la meta era un área de siembra de 260.000 hectáreas pero, al parecer, apenas se superarán las 80.000. Hay tanta mentira –algo que viene de años atrás– que nadie sabe con certeza la cantidad de bolsas distribuidas.
El hecho es que miles de bolsas ocultas ilegalmente fueron descubiertas en estos días, lo cual volvió a poner en evidencia otro rubro de este negociado. Las semillas llegan al supuesto productor primario solo en los papeles. Se esconden hasta el fin de la zafra y se vuelven a vender en un nuevo envase al Estado. Claro que las semillas del año anterior no tienen el mismo poder germinativo. La mafia prosigue con el cobro del subsidio estatal. Se ha denunciado que cerca de la mitad de los 60.000 “productores” que recibieron la compensación en efectivo, en realidad, jamás vieron una plantita de algodón de cerca. El circo continúa con declaraciones juradas falsas, planillas de labriegos fantasmas y complicidades en las cooperativas, federaciones campesinas, campañas electorales coloradas y funcionarios estatales.
Odio aburrirlo, por eso no haré mención a los serios indicios de la utilización de semillas transgénicas –prohibidas por ley en Paraguay– ni al gran negocio de la compra por dos millones de dólares de los inservibles matapicudos que, de todos modos, son revendidos en su mayor parte al Brasil. En donde sí me detendré es en las consecuencias terribles de esta cadena de corrupción. El volumen de las pérdidas es difícil de calcular. Fíjese que se ha publicado que por semillas compradas y no entregadas perdimos 13.000 millones de guaraníes; por el subsidio a los supuestos agricultores, 15.000 millones; y, por la importación de semillas, otros 10.000 millones.
Mientras se desarrolla esta fiesta de pocos, uno de los pilares tradicionales de la economía paraguaya se deteriora año a año. Cincuenta mil familias campesinas dependen del cultivo de algodón que, este año, tuvo un acopio de 45.000 toneladas menos que el anterior. Un régimen revolucionario y patriótico enviaría al paredón a los autores de este crimen. Aquí, no pasará gran cosa, ya lo sabemos. Lo que molesta es que Nicanor, entre una vulgaridad y otra, se atreva a decir que su gobierno ha desmantelado el negociado del algodón.