Luego de una larga discusión a favor y en contra de un Código de Ética parlamentario en el Senado, finalmente se aprobó pero simplemente se prevé aplicar amonestaciones verbal o escrita.
La propuesta original fue presentada en el periodo anterior por el colorado Derlis Osorio, y se habían incluido sanciones como la suspensión por 60 días sin goce de dieta, y hasta pérdida de investidura.
El cartista Sergio Godoy mencionó que la sugerencia de aplicar un castigo ejemplar a los que falten a la ética fue de la Comisión Parlamento Abierto, presidido por su correligionaria Blanca Ovelar.
Alegó que los preceptos éticos como la integridad, el respeto, la transparencia y la probidad dependían mucho “del cristal con que se mire”.
Ovelar sostuvo la necesidad de contar con un código de ética y retrucó a su colega que no se podía relativizar las visiones sobre la ética.
“La integridad se da cuando no se toca un bien público que se maneja, y no si se promueve el enriquecimiento ilícito”, sentenció la legisladora.
El liberal Fernando Silva Facetti alegó que el Senado ya cuenta con un reglamento que está vigente y que ya establece los tipos de sanciones.
“No le puedo imponer por reglamento conductas a una persona”, fue su argumento.
Stephan Rasmussen, de Patria Querida, insistió en que se tenían que incluir la suspensión y la pérdida de investidura en el código de ética.
El cartista Juan Darío Monges abiertamente pidió una nueva postergación, pero no corrió por falta de votos.
El liberal Blas Llano admitió que votó por el rechazo durante la discusión que se dio en la Comisión de Asuntos Constitucionales.
Habló de la doble moral. “Para ponernos un corsé a los efectos de pretender solamente ponernos bien entre comillas con la ciudadanía, no me parece un argumento válido”, manifestó a sus colegas.
Señaló que había una línea muy delgada en torno al derecho fundamental en cuanto al derecho individual, y que él no se podía convertir en el juez de otros senadores.
Preguntó hasta qué punto le podía obligar a la ética, poniendo como ejemplo ser hincha de un club y que pueda protagonizar un moquete.
De hecho, uno de los puntos más discutidos tenía que ver si el código se iba a aplicar solamente dentro del recinto o fuera de él.
Esta fue la preocupación del liberal Dionisio Amarilla, teniendo en cuenta que había sido amenazado por Payo Cubas con ser cintareado.
Georgia Arrúa, de Patria Querida, consultó a sus colegas cuáles eran los artículos que atentaban contra las creencias o los derechos.
Sostuvo que no se imponía ningún límite a la libertad, y remarcó que la aprobación del Código es el tipo de señales que la ciudadanía espera.
En el momento de la votación, los únicos que rechazaron fueron además de Llano y Silva Facetti, sus correligionarios Abel González y Carlos Gómez Zelada; y el cartista Juan Darío Monges.
Desirée Masi, del Partido Democrático Progresista, remarcó que las diferencias siempre se resolvieron fuera del recinto, y lo que realmente tenían que poner énfasis era en el tráfico de influencias.
Fue el colorado Rodolfo Friedmann quien calificó como un Código “mordaza”. Rasmussen, antes que se apruebe el Código, entregó a la Cámara Alta unos obsequios que había recibido por su cumpleaños.