24 abr. 2024

Agricultores de Burdeos a Villa Hayes

A diferencia del Dr. Francia, don Carlos A. López era partidario de que los europeos entraran al país para trabajar la tierra. En este interés organizó la primera inmigración francesa a Paraguay en 1855.

  • María Victoria Benítez Martínez
  • Université Paris – Francia

La misión diplomática de Francisco S. López a Europa (1854) fue una oportunidad para dar a conocer el país en el extranjero y organizar la contratación de agricultores europeos, lo que llevó a la firma de un acuerdo en Francia. A través del contacto con un agente de emigración en Burdeos, acreditado ante el Ministerio de Comercio y Agricultura, Antonio López, se llegó a un acuerdo para reclutar entre 800 y 900 colonos agrícolas (vascos franceses, vascos españoles, bearneses, y de otras regiones de Francia) durante un periodo de cinco años. El contrato del 15 de setiembre de 1854 con el agente determina las normas de entrada de los inmigrantes.

La colonia se estableció en el gran potrero del Chaco, una antigua reserva indígena llamada Melodía, luego Amancio Cué y rebautizada como «Nueva Burdeos» en honor a los recién llegados del puerto de Bordeaux en 1855 (la actual Villa Hayes). La tierra es de una fertilidad y salubridad asombrosa, según el presidente Carlos A. López. Los principales cultivos son el algodón, el tabaco, el maíz y las hortalizas. El presidente López emitió un decreto el 14 de mayo de 1855 para la instalación de la colonia. El Gobierno paraguayo se comprometió a proporcionar a cada familia, a su llegada, una pequeña casa, granos, herramientas, animales para trabajar la tierra y víveres durante un periodo de un año, prorrogándose a ocho meses, reembolsable sin intereses según la evaluación al cabo de tres años. Los mecánicos, zapateros, carruajeros podían ejercer su profesión. Los colonos podían ser cabezas de familia u hombres solteros, y cada uno tenía que firmar un contrato con el Gobierno.

Los colonos franceses llegaron en tres viajes: el primero salió del puerto de Burdeos el 4 de enero de 1855, en el vapor Aquitaine (*). Los colonos se quejaron de que durante el viaje los inmigrantes se enfermaron y de que no hubo ningún médico a bordo durante los sesenta y seis días de travesía. Según la nota diplomática: «Se habían propagado varias enfermedades, entre ellas fiebres cerebrales que habían matado a seis pasajeros y un miembro de la tripulación, y una enfermedad de la piel que había afectado a casi todos los que estaban a bordo».

La colonia estaba formada por 419 migrantes. Tras la instalación, la colonia parecía tener un futuro prometedor, ya que la mayoría de los inmigrantes ya habían establecido huertos. Todo funcionaba, salvo algunos casos de fiebre intermitente y disentería causadas por la humedad de las casas recién construidas y las noches frescas. Hubo casos de muertes naturales de colonos y también nacimientos, todos ellos registrados en el Consulado francés.

A pesar de que el Gobierno organizó el experimento de colonización agrícola, estalló una crisis entre los colonos. El problema estaba relacionado con la inexperiencia y sedentarización. El agente de emigración López reclutó y envió a personas que no tenían experiencia con el trabajo de la tierra; solo el 26% de los inmigrantes eran agricultores. Los colonos habían fingido ser agricultores y se habían comprometido a trabajar la tierra, cuando no era ni su profesión ni su verdadera ambición. El descontento de los colonos era tal que algunos de ellos no encontraron mejor solución que escapar de la colonia. Un colono se ahogó al intentar cruzar el río.

El conde Lucien de Brayer (primer cónsul de Francia en Asunción) explica que los desertores son 17 hombres, tres mujeres y un niño. El colono Jean Lubin es encarcelado con dobles cadenas en los pies por no haber denunciado a las autoridades el proyecto de deserción de la colonia. Para sacarle más declaraciones se recurrió a la tortura: se le sumergía la cabeza en un cubo de agua varias veces al día hasta que perdiera el conocimiento. Los desertores fueron eliminados de la lista de colonos y perdieron las prestaciones del Gobierno, en virtud de un decreto dirigido a quienes intentaban abandonar el país. El presidente López ha introducido penas especialmente severas, incluida la pena de muerte.

Una de las principales razones de este fracaso fue que los colonos, poco después de su llegada, no cumplieron con los compromisos que habían adquirido al embarcarse hacia Paraguay. El principal inconveniente era que no querían hacer ningún esfuerzo para cultivar la tierra, e incluso consideraban no apta para el cultivo. Con la esperanza de encontrar una solución y protección, algunos colonos pidieron ayuda a París enviando una carta a la esposa de Napoleón III, Eugenia de Montijo, para ser repatriados.

En diciembre de 1855, el presidente Carlos A. López visitó la colonia anunciando a los colonos que el Gobierno no tenía intención de retenerlos contra su voluntad. Por decreto del 13 de junio de 1856 la colonia fue disuelta. Según la prensa, los antiguos colonos franceses rechazaron cualquier trabajo lucrativo para evitar pagar parte de sus deudas. Incluso algunas personas que trabajaban en el aserradero estatal y recibían su salario cada semana con un pequeño descuento para pagar sus deudas han dejado sus empleos. «No hay un solo ex colono que se encargue de pagar sus deudas; cuando trabajan, es solo para subsistir», dice el ministro de Relaciones Exteriores, Nicolás Vázquez.

Ante este incumplimiento, el Gobierno paraguayo no anduvo con rodeos y en el artículo 4 de este decreto dice: «Es de utilidad pública liberar al pueblo de este grupo de holgazanes que agobian a la sociedad con sus demandas de limosna para vivir y que son nocivos por su ejemplo de vagancia, insubordinación y su común declaración de violación de las disposiciones supremas».

Los colonos se encontraron con que el dinero que tenían a su llegada se había gastado y no tuvieron más remedio que acudir al Consulado en busca de ayuda. Cualquiera que quisiera salir de la colonia podía registrarse ante el juez. Al mismo tiempo, la distribución de alimentos cesaría en cuanto se registraran y entonces tendrían ocho días para abandonar la colonia y 50 días para devolver el dinero adelantado por el Estado para su viaje y alimentación. Ante esta situación los colonos enviaron una carta al presidente de la República de Paraguay solicitando la condonación de sus deudas con el Tesoro Nacional.

Los colonos dejaron la colonia Nueva Burdeos y llegaron a Asunción entre el 1 y el 4 de enero de 1856. El cónsul tomó entonces medidas para alojarlos y alimentarlos. Se distribuyeron 250 piastres para abastecer a los colonos durante la primera quincena de enero.

El decreto que imponía el pago de las deudas era en realidad una mera amenaza, nunca se llevó a cabo. En efecto, en el artículo 1 del decreto del 13 de junio de 1856, el Gobierno de la República declaró: «El Gobierno no procederá al cobro de las deudas de los ex colonos franceses, sin excepción de personas». En resumen, en setiembre de 1856, 330 colonos salieron de Paraguay hacia Argentina, los primeros cien partieron en el vapor inglés «Buenos Aires» hacia Corrientes, la mayoría a expensas del Consulado y otros por sus propios medios.

El intento de asentamiento de más de cuatrocientos franceses de la colonia de Nueva Burdeos en el Chaco fue una debacle. La historia de esta experiencia es, de hecho, una triste epopeya de emigrantes mal elegidos que no pudieron soportar ni el clima inhóspito de este país ni el duro régimen que se les impuso. Estos acontecimientos ensombrecieron tanto las relaciones diplomáticas entre Francia y Paraguay que el Cónsul pidió a París una intervención militar, y un buque de guerra llegó de Buenos Aires al puerto de Asunción. Este episodio marcó el inicio de un largo período de enfriamiento en las relaciones entre ambos países. En febrero de 1858, se llegó a un acuerdo con el gobierno francés sobre el pago de los gastos de la colonia entre los dos gobiernos. El tratado de 1853 entre Francia y Paraguay se renovó diez años después e incluso algunos colonos regresaron a Paraguay.

(*) El barco «Aquitaine» (de 590 toneladas) fue vendido al Gobierno de Paraguay el 24 de octubre de 1855. El contrato fue firmado por el capitán Lovely Seignac, en representación de los proprietarios, Jean-Louis Maurel y Hubert Prom, de Burdeos. El barco fue bautizado «Río Blanco» y continuó realizando viajes a Europa, además de participar en la guerra de la Triple Alianza. Los restos del barco se encuentran actualmente bajo el asfalto en la zona portuaria de Asunción.

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