La jueza Leticia De Gásperi fue la que dio el veredicto afirmando que no se pudo percibir un elemento que deje en evidencia que hubo hostigamiento del cura a Alexandra Torres, líder juvenil que afirmó haber sido manoseada en los senos por el sacerdote.
Ni bien se dio a conocer el veredicto se desató un vendaval de reacciones, de dos grupos antagónicos que se encontraban frente a la sede del Poder Judicial en San Lorenzo, donde se realizó el juicio.
Por un lado, un grupo conformado por militantes de diferentes colectivos feministas, junto a los familiares de la denunciante, reprocharon con fuerza la decisión, mientras por el otro feligreses católicos que apoyaban al cura.
“Nuestra Justicia es una mierda”, dijo entre lágrimas María Beatriz Torres, madre de la joven que realizó la denuncia, asegurando que en estos años de proceso judicial vio sufrir a su hija.
“Para la Justicia una tiene que ser violada para que te hagan caso”, se quejó otra militante feminista, a quien se notaba visiblemente alterada.
Del otro lado, también había lágrimas pero de alegría, por parte del sacerdote Olmedo, que era recibido por alrededor de 50 personas que esperaban para abrazarlo y gritar que se hizo justicia en el caso. “Era lo que esperaba. Estoy contento”, alcanzó a decir el sacerdote, que antes había declarado que él no era un delincuente ni un sicópata y que estaba soportando supuestamente un calvario desde hace cuatro años.
Según la denuncia, Olmedo habría abrazado desde atrás a la joven y luego supuestamente la manoseó en uno de sus senos. Eso habría ocurrido en su despacho, en la tarde del 21 de setiembre de 2016.
La investigación canónica realizada por las autoridades de la Iglesia reveló que el cura cayó en un acto indecoroso y decidieron apartarlo de la parroquia donde cumplía funciones.
MAYORÍA. Sin embargo, los jueces Dina Marchuck y Hugo Segovia resolvieron que no se puede hablar de acoso sexual, ya que no se pudo probar que haya habido hostigamiento; tampoco que el sacerdote ejerza dependencia jerárquica.
En la opinión de los jueces, la situación de la joven denunciante como líder del grupo juvenil la situaba como una voluntaria; por lo tanto, el sacerdote –según la opinión de los jueces– no ejercía autoridad sobre ella.
Esto desató la indignación de una de las abogadas querellantes, Mirta Moragas, quien afirmó que en la sociedad paraguaya, mayoritariamente católica, está más que probado que un sacerdote ejerce autoridad sobre su feligresía y más aún de las personas que cumplen funciones en la parroquia que está a su cargo.
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“Es una persecución contra la Iglesia”
“Venimos a apoyar al padre porque estamos seguros que es inocente. En todas las parroquias que ha servido su trayectoria fue impecable. Esto es una injusticia contra él y contra la Iglesia Católica. Es una persecución contra la Iglesia y lamentablemente se ha usado a este padre para este fin. El padre es una víctima, lamentablemente. Él estaba haciendo bien su trabajo en la parroquia de Limpio. Estos jóvenes que lo denunciaron hacían lo que se les antojaba, el padre eso no permitía. Por eso estas personas se revelaron e hicieron la denuncia”, manifestó uno de los militantes católicos que fue a apoyar al sacerdote acusado.