Hoy meditamos el Evangelio según San Mateo 20, 1-16. El Señor se compara en el Evangelio de la misa a un padre de familia que sale a distintas horas a contratar obreros para trabajar en su viña: al amanecer, a la hora de tercia, de sexta, de nona...
El Señor quiere darnos una enseñanza fundamental: para todos los hombres hay una llamada de parte de Dios. Unos reciben la invitación de Cristo en el amanecer de su vida, en una edad muy temprana, y recae sobre ellos una particular predilección divina por haber sido llamados tan pronto.
Otros, cuando ya han recorrido una buena parte del camino. Y todos en circunstancias bien distintas: las que presenta el mundo en que vivimos. El denario que todos reciben al terminar el día es la gloria eterna, la participación en la misma vida de Dios, en una felicidad sin término al concluir la jornada de la vida, y la incomparable alegría, ya aquí, de trabajar para el Maestro, de gastar la vida por Cristo.
El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “Había mucha necesidad en la viña y este señor pasó casi todo el tiempo yendo por las calles y las plazas del pueblo buscando trabajadores.
Al respecto, ha invitado a pensar en los que buscó a última hora, nadie les había llamado, quién sabe cómo podían sentirse porque al final del día no habrían llevado a casa nada para dar de comer a los hijos. Por esta razón, el Santo Padre ha dicho que esta parábola es un buen ejemplo para los responsables de la pastoral.
Otro aspecto profundizado por el Santo Padre ha sido a través de una advertencia: “no acudamos a la voz de las sirenas que llaman a hacer de la pastoral una serie convulsa de iniciativas, sin conseguir recoger lo esencial del compromiso de la evangelización.
Francisco ha señalado que a veces parece que estamos más preocupados por multiplicar las actividades más que por ser atentos con las personas a su encuentro con Dios.
“Una pastoral que no tiene esta atención –ha indicado– se hace estéril poco a poco”. Asimismo ha querido recordar que una pastoral sin oración y contemplación no podrá nunca alcanzar el corazón de las personas”.
(Del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal y http://es.catholic.net).