El Evangelio que la iglesia nos propone considerar hoy narra la vocación de los primeros discípulos, entre ellos, la del propio Juan. La llamada de Dios para seguirle es un momento de especial gracia, que inunda de lleno el corazón del apóstol. De hecho, aunque el texto fuese escrito a final de su vida, san Juan deja constancia de la hora exacta en la que se produjo ese encuentro con Jesús.
Comentando esta escena, san Josemaría resalta que Juan “narra aquella primera conversación con el encanto de lo que nunca se olvida. Maestro, ¿dónde habitas? Díceles Jesús: Venid y lo veréis. Fueron, pues, y vieron donde habitaba, y se quedaron con Él aquel día. Diálogo divino y humano que transformó las vidas de Juan y de Andrés, de Pedro, de Santiago y de tantos otros, que preparó sus corazones para escuchar la palabra imperiosa que Jesús les dirigió junto al mar de Galilea”.
Este episodio nos muestra una vez más cómo la llamada a seguir al Señor va unida a la misión de dar a conocer al que ellos han visto y conocido. No se trata de un deber o de una imposición, es la lógica consecuencia de un corazón que se siente amado y que necesita compartirlo y contagiarlo a los demás.
La celebración de la Eucaristía hace presente ese misterio. Hoy, la oración sobre las ofrendas, dirigida a Dios Padre, lo proclama: “Cada vez que celebramos este memorial del sacrificio de Cristo se realiza la obra de nuestra redención”. Darse y convertirse en hijos de Dios: A eso estamos llamados, por obra del Espíritu Santo. Somos templos del Espíritu, dice san Pablo en la segunda lectura de hoy: ya no nos pertenecemos (cf. 1 Co 6,19). Dios vive en nosotros y nosotros en Él.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/gospel/2022-01-04/ y https://opusdei.org/es-py/gospel/evangelio-segundo-domingo-tiempo-ordinario-ciclo-b/).