Mayans (Asunción, 1956), distinguido como Maestro del Arte en 2014, ganó premios internacionales de danza en Saitama (Japón) y Barcelona (España), y desde hace varias décadas apuesta por actores jóvenes paraguayos para educarles y crear con ellos propuestas de teatro alternativo.
Con sus maestros asiáticos aprendió otra forma de relacionarse con su entorno, con su cuerpo y con sus energías. “Es importante lograr la organicidad en los movimientos, sentir la parte espiritual y llegar al origen, a la raíz de tu energía. Somos un medio de expresión”, expuso Mayans.
De ellos aprendió también a leer las líneas geométricas que trazan los movimientos de las personas y a dibujar con ellas un relato, mezclando el teatro y la danza. En sus puestas también emplea elementos de videoarte e incluso algunos procedentes del circo, como la acrobacia o los malabares.
Hoy, su centro de operaciones se encuentra en el antiguo Hospital de Clínicas de Asunción. Entre estas paredes presentaron Damiana. Una historia silenciada, una obra unipersonal inspirada en la vida de una niña del pueblo aché raptada por colonos en el sur de Paraguay en 1896.
Su reto actual está en relatar la tortura durante la dictadura stronista. “No busco retratar al torturador, sino a la representación del miedo, ese miedo que aún está presente en los paraguayos que no se levantan, que no protestan, que prefieren callar”, concluyó. EFE