A muchas personas que visitan el parque Carlos Antonio López, en el barrio Sajonia, se les escapa el dato de que en ese mismo sitio funcionó en la parte ya final de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) el cementerio Mangrullo.
Principalmente los pobladores más antiguos de este sector de Asunción y los guardias de este espacio verde conocen la historia de aquel camposanto y más de uno afirma haber visto apariciones fantasmales en días lluviosos o de tormenta.
Asimismo, apenas hace unos años, con la erosión del terreno en distintos sectores de este bien municipal aparecían en la superficie restos de ataúdes, como manijas y los ladrillos que formaban parte de las tumbas.
El Mangrullo fue clausurado en 1918 por Ordenanza 818/18 de la Comuna capitalina, que a su vez sacó otra, la 820/18, por la cual daba apertura al Cementerio del Sur, en un espacio de cuatro manzanas, parte de la sucesión de las tierras de Higinio Uriarte, ex presidente de la República.
HISTORIA. El arquitecto Jorge Rubiani, historiador, comentó que el referido cementerio ni siquiera tuvo decreto de creación y que luego incluso de su clausura, la gente siguió inhumando en el lugar los restos de sus seres queridos.
Comentó que esta habilitación no oficial habría favorecido a que los cuerpos del parricida de Villa Morra, Gastón Gadin, quien asesinó a sus padres en complicidad con Cipriano León, en 1917, hayan sido enterrados en ese sitio, sin importar si fueron excomulgados o no por la Iglesia.
Rubiani explicó que a partir del 5 de enero de 1869, durante la ocupación brasileña de Asunción, tenían como hospital militar a lo que hoy es el Hotel Colonial, en Estrella esquina Colón, la que fuera residencia del mandatario Venancio López, desde donde llevaban los cadáveres hasta el Mangrullo por la antigua Calle de la Aduana (hoy Colón).
Resaltó que cuando la entonces Corposana construyó el reservorio de agua en el interior del parque, aproximadamente en 1960, se encontraron uniformes de soldados brasileños y objetos de guerra que los niños del barrio llevaron a un destino desconocido.
MIEDO. Uno de los cuidadores del parque Carlos Antonio López, desde hace más de una década, Carmelo Candia, expresó que en varias ocasiones le tocó el turno de la noche y que sin duda suceden cosas extrañas, a veces inexplicables.
Dijo: “Hay una dama de blanco que siempre aparece. Una vez mi radio entró en una frecuencia rara y salió una voz gruesa, de ultratumba. Muchas veces, algo desenchufaba las radios o estas dejaban de funcionar. Todo eso da miedo”.
Acotó que colgaba en un árbol de limón las manijas de féretros y hasta dedicatorias que se hacían a los muertos que aparecían, pero que todo se robó.
Hoy, la deficiente iluminación del alumbrado público se suma al ambiente terrorífico que cobra fama con la versión que le dan los vecinos más antiguos de esta zona capitalina, la que se va extendiendo a las personas más jóvenes de Sajonia.