La existencia de una relación entre innovación y desarrollo es indudable. Nuevos productos, nuevos procesos y nuevas formas de organizar la producción cambian cuantitativa y cualitativamente la estructura de la economía y de la sociedad.
Los procesos de aprendizaje, la generación y difusión de capacidades tecnológicas son elementos de base para un crecimiento sostenido que apunte a mayor inclusión social y a una distribución del ingreso más equitativa.
Si bien estos procesos deben adaptarse al contexto poblacional, económico y territorial de cada país, hay elementos comunes en materia de innovación entre los países que han logrado desarrollarse.
Gran parte del éxito de los países asiáticos ha contado con una visión y estrategia nacional clara y gradual sobre la inversión en investigación y el desarrollo (I+D) que apuntara a la construcción de sistemas productivos incluyentes.
El rol del Estado es determinante en el liderazgo de esta política sectorial y en el direccionamiento de los mecanismos de financiamiento alineados a una política de desarrollo. Desde esta perspectiva, el apoyo a la investigación y desarrollo (I+D), no debe verse como un fin en sí mismo, sino por su contribución a la producción de bienes y servicios en mayor cantidad y calidad a reducir la pobreza a través del aumento del empleo, y en general, a elevar el nivel de vida de la población.
Pero más allá de generar conocimiento, es necesario que estos sean aplicados y se conviertan en aportes relevantes a la economía y sociedad. Los procesos de producción, comercialización y gestión de los recursos requieren innovación a través de la incorporación de estos conocimientos, fase fundamental del ciclo virtuoso entre generación de conocimientos, innovación y desarrollo. Este paso constituye uno de los retos más importantes que enfrentan los países en desarrollo.
Paraguay debe realizar este esfuerzo involucrando a sectores y actores estratégicos. Por ello, Conacyt, la Universidad y las empresas, incluyendo a las mipymes, deben articular sus objetivos comunes a fin de contribuir mancomunadamente al desarrollo nacional. Esto es necesario tanto para el impulso al mercado interno como para una inserción internacional en mercados más competitivos, con estándares de calidad y precios más altos.
La innovación debe ser parte de la política de desarrollo y, por lo tanto, debe estar necesariamente vinculada a los objetivos nacionales en materia de mejora de la productividad, del empleo, de la calidad de vida y de la reducción de las desigualdades económicas, sociales y territoriales.