Hoy el Paraguay sale a votar por el séptimo presidente de la era democrática si incluimos en la lista al general Andrés Rodríguez, quien fue el primer votado en la transición, un candidato imbatible no solo porque lideró el golpe de Estado contra su consuegro, el general Alfredo Stroessner, sino porque la competencia fue con las desleales reglas de juego de la dictadura y los abultados padrones.
Ganó por el 74% de los votos. El primer presidente civil de la era poststronista fue el empresario Juan Carlos Wasmosy. A partir de allí, el accidentado camino hacia la democracia tuvo más presidentes que lo que establecen los mandatos de cinco años según la Constitución:
En el periodo 1998-2003 hubo dos porque el senador Luis González Macchi asumió tras la crisis de marzo de 1999 tras la renuncia de Raúl Cubas. Situación que se repitió en el periodo 2008-2013 cuando el vicepresidente Federico Franco reemplazó a Fernando Lugo, quien fue destituido vía juicio político en el 2012.
Los frenos a proyectos antidemocráticos tienen el sello de la sangre. En los jóvenes 30 años de democracia, hubo dos intentos de golpe de Estado, han sido asesinados un vicepresidente y varios jóvenes por defender la institucionalidad, además de la quema del Congreso.
El telón de fondo de toda elección tiene que ver con esta reciente y accidentada historia.
LOS CANDIDATOS. De hecho, los dos adversarios principales, Mario Abdo Benítez (ANR) y Efraín Alegre (PLRA/Alianza Ganar), estuvieron en la misma vereda defendiendo la no reelección vía enmienda contra Horacio Cartes y Fernando Lugo, quienes protagonizaron la alianza más provocativa de la transición.
Así como en el 2013, los grandes adversarios que pujan por el sillón presidencial representan a los dos partidos tradicionales cuya presencia política data desde 1887.
Es la primera vez que un candidato colorado vinculado genéticamente con la dictadura pugna por la silla presidencial. Mario Abdo es hijo de quien fuera el secretario privado de Stroessner, pero el discurso antistronista no le restó votos en la interna y parece que tampoco tendrá efectos hoy. Tuvo un rol preponderante como líder disidente contra el gobierno de Horacio Cartes, a quien derrotó en dos ocasiones: cuando frenó la enmienda y venciendo a su candidato Santiago Peña, en una interna épica que tuvo más expectativa y emoción que estas generales.
Su rápida reconciliación con Cartes para evitar el quiebre del partido le valió críticas y decepciones. Pero logró unir a la ANR a pesar de las posiciones radicalizadas y en la clásica y simple fórmula del “abrazo republicano” pone todas sus fichas para obtener hoy la victoria, según vaticinan la mayoría de las encuestas. En la construcción de su candidatura hay dos antecedentes claves: 2008 cuando la división del partido provocó la caída histórica ante Lugo, y el menosprecio del cartismo a la dirigencia de base. Unidad a pesar de todo y elogio a la militancia son sus combinaciones electorales.
Alegre viene también de épicas similares. Primero tuvo que desactivar la hegemonía llanista en el PLRA para abrirse camino. Blindó la candidatura presidencial para su partido basándose en su figura y luego buscó alianzas, en medio de una fuerte purga contra los “líbero-cartistas”, liderados por Blas Llano. A diferencia de la ANR, aquí no hubo abrazo público, dejando en duda la unidad total de los liberales con base en su candidato.
Aunque exitoso en su objetivo de liderar la chapa presidencial opositora PLRA/FG, esta concertación no tiene el aura del 2008. Las heridas del juicio a Lugo y la guerra contra la enmienda siguen sin sanar totalmente, pero tiene a su favor que en esta ocasión no hay una tercera fuerza que divida fuerzas como en el 2013, cuando sectores de izquierda presentaron dos candidaturas (Mario Ferreiro y Aníbal Carrillo) que dispersaron los votos.
Lugo, y no el candidato a vicepresidente Leo Rubin, es la fuerza motora con la que cuenta Efraín para atraer votos progresistas y de las mayorías empobrecidas.
Alegre busca hoy recuperar el poder para la oposición prometiendo no repetir la traumática experiencia del 2012, al frente de una compleja alianza y navegando contra las encuestas que vaticinan un amplio triunfo colorado, entre las cuales sola una le da leve ventaja.
LA OTRA GRAN BATALLA. La puja por las 45 bancas del Senado ha sido más atrayente que la puja presidencial. Hay 29 listas y las encuestas vaticinan voto castigo a los partidos tradicionales por incluir en sus listas a corruptos o de dudosos antecedentes.
La ANR corre mayor riesgo con Óscar González Daher, quien fue expulsado del Parlamento por sus propios correligionarios, pero se dará la paradoja que a pesar de ello será reelecto por la posición privilegiada en la lista. Por ello hicieron una campaña basada en la “Lista 1 de punta a punta”, porque la nómina incluye a numerosas figuras cuestionadas.
El Frente Guasu de Lugo mete su cuña y los guarismos vaticinan que capitalizará la ira ciudadana, al igual que Desirée Masi del PDP. Otras candidaturas que concitan la atención son Fidel Zavala, que parece resucitará al PPQ, el polémico Paraguayo Cubas y el humorista Tony Apuril. El socialista Camilo Soares va por la hazaña al igual que Lilian Soto, la candidata “feminista, socialista y ecológica”.
Por la reelección van Adolfo Ferreiro, quien busca superar la prueba tras los escandalosos audios del JEM, al igual que el oviedista Jorge Oviedo Matto, quien también tuvo que dejar el Senado por el tráfico de influencia. El ex liberal Carlos Amarilla dio la tónica al apoyar públicamente al candidato presidencial colorado y quiere repetir mandato al frente de una lista independiente que incluye a figuras notables como José Altamirano y Enrique Bendaña.
A las 7.00 se abren las urnas que cerrarán a las 16.00. Hay 4.260.816 habilitados, con fuerte presencia juvenil: 1.841.832 pertenecen a la franja de 18 a 34 años. Son hijos de la democracia que tienen el poder de inclinar la balanza.
Se vota en medio de un clima de desencanto quizá porque Marito propone la misma receta de siempre; el continuismo sin sobresaltos; mientras Efraín augura un cambio cuya definición se ha devaluado con el fracaso de la alianza en el gobierno.
Gane quien gane, el nuevo presidente no tendrá mucho margen de maniobra, con un Congreso más complejo, por lo que el país seguirá su marcha cansina, sin demasiados cambios, con una economía blindada ante los cíclicos espasmos políticos.
Hoy se vota con una afligida sensación a dejá vu.