Desde su época de director de la Caminera, el senador Eduardo Petta es muy afecto a la sobreactuación. Pero en la semana que pasó, los que sobreactuaron como en una ópera bufa fueron sus compañeros senadores y la prensa cartista, que se mostró sospechosamente furibunda con él y extremadamente condescendiente –para no decir, patéticamente subordinada– con el patrón-presidente.
En la interpelación del ministro de Obras Públicas, el senador con veleidades actorales sacó un cocodrilo de peluche para ironizar sobre la aberrante parsimonia con que actuó el Gobierno en la sequía del río Pilcomayo y la supuesta muerte a mansalva de los yacarés de la zona.
Y ardió Troya. Los senadores oficialistas, liberales y oviedistas se tiraron del quinto piso mientras se rasgaban las vestiduras, se hicieron el harakiri con una hoja de afeitar oxidada y sin filo y mentaron a llanto vivo a santos y demonios por tamaña osadía del trashumante legislador.
Son los mismos parlamentarios que cuando son acusados de mercenarios, oportunistas, estafadores morales, nepotistas y narcoempleados actúan como si fuera que se les está alabando su belleza apolínea y ponen su mejor sonrisa circense, para inmediatamente después subirse a su camioneta del año y desaparecer con la satisfacción del deber cumplido, pero consigo mismos.
En un Congreso decente no solamente se debate con ideas, también se debate con performances políticas como la protagonizada por Petta, quien en vez de reafirmarse en su propuesta sale a pedir disculpa doblegándose a la sensiblería de fachada.
Pero hay que darle la derecha al senador ante el ataque de que fue objeto por parte de los medios digitales y escritos cartistas y de los que alaban o denuestan al Gobierno de acuerdo con sus intereses empresariales. Petta fue víctima de la burla y el sicariato periodístico por el simple hecho de su oposición al Gobierno. Se le recordaron pecados pasados y presentes, y, por las dudas, futuros.
Los medios cartistas se mostraron más amables con el patrón-presidente cuando visitó el Hospital Central del IPS y fue blanco de protestas de asegurados. La prensa independiente simplemente mostró lo que sucedió, la cartista por poco no puso en titulares “Una bella dama departe con nuestro herculíneo mandatario sobre las bondades del IPS”.
Cartes, prácticamente, compró su candidatura para ser presidente. Pero comprar periódicos no lo hará per se un ciudadano y presidente ilustre, decente, y sobre todo eficiente.