“No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es su ser social el que determina su conciencia”. Como nunca, esta célebre frase de Karl Marx se aplica en toda su dimensión en lo ocurrido en Gran Bretaña con la votación que dio por ganadora al brexit. Lo que parecía un camino irreversible, el de la unión de los países para formar conglomerados económicos en pos de una meta común, ahora resulta reversible según nos han enseñado los británicos en este histórico referéndum.
Aquellas palabras de Marx se han interpretado a la luz de su materialismo histórico, posición filosófica que da prioridad a las condiciones materiales por encima de las condiciones ideales de la conciencia. Es decir, según como se dan las cosas a nuestro alrededor, nuestros deseos e ideales se amoldan a ellas. Si alguna vez creímos que la integración de las naciones por encima de las fronteras artificiales era un ideal indestructible, ahora que se dan ciertas condiciones en la cual tal integración nos parece una amenaza, pues podemos simplemente reverla con una votación y ya.
La Unión Europea se mostraba a nuestros ojos como el ejemplo de racionalidad humana. Era un paso evolutivo por el cual una zona que solo conoció guerras intestinas en su seno, daba un salto decisivo hacia la integración. La globalización de la economía también lo sería para las relaciones humanas en general. Tal proceso incluyó todo un discurso por los derechos humanos, pues no olvidemos que la Segunda Guerra Mundial (que en esencia fue una guerra europea) fue lo que motivó a Europa a superar sus barreras.
Sin embargo, la avalancha de inmigrantes que desde hace varios años recibe Europa y que se ha agudizado últimamente con las guerras del norte de África y Oriente Medio, puso en jaque los ideales que dieron origen a la unión de los países europeos. Ese fantasma que recorre Europa ha sido repelido por los británicos, quienes encarnan el miedo a los inmigrantes que todo el continente en realidad siente cada día más. El brexit es la prueba de que si las condiciones materiales se dan, cualquier ideal de integración puede ser tirado al tacho del basurero de la historia.
No hay destino manifiesto. ¿Ninguna filosofía de la historia puede decirnos para donde va idealmente la humanidad? Si los británicos ya no quieren ser más parte de la Unión Europea, ¿podemos los paraguayos hacer lo mismo con el Mercosur? No podemos dar respuestas fáciles a estas complicadas preguntas. Ciertamente nuestras condiciones materiales son infinitamente distintas a la de los británicos.
Todavía dará que hablar el brexit. Habrá que ver qué dicen ahora los escoceses, y también el resto de los países europeos que tienen una amplia población deseosa de cerrar más sus fronteras a la amenaza del extranjero. Mientras, desde esta parte del mundo, en este rincón central de Sudamérica, esperemos no ser simplemente espectadores sino que seamos protagonistas de la historia que construimos día a día.