Uno quiere levantar una gran muralla entre su rico país y su vecino pobre. La otra está obsesionada con sus ideas feministas y ha declarado que para su gobierno los “no nacidos no tendrán derecho constitucional” y, no solo eso, antes dijo que llegó la hora de “usar las fuerzas coercitivas del Estado para cambiar las enseñanzas de las tradiciones culturales y religiosas”, que defienden la dignidad de las personas en etapa de gestación (los no nacidos), ya que contradice su deseo de universalizar el “derecho al aborto”... Los dos, Trump y Hillary Clinton, aspiran a la presidencia de EEUU.
¡Che Dios! Pensar que hasta hoy todo lo que el país del Norte decide sobre seguridad termina por afectarnos con políticas concretas a los pueblos del Sur. Es cierta esa jocosa frase que reza: “Cuando los yanquis estornudan, las demás naciones enfermamos”. Pero, ojo, dejo constancia que este pensamiento no implica ni nace de una aceptación de la ideología adversa. Nunca he creído en los métodos del comunismo, por ejemplo, ni a lo Chávez y Maduro, pretendo echar la culpa de las propias ineptitudes de nuestros gobernantes al Imperialismo.
Pero solo recordar la noticia que se publicó el año pasado en The New York Times, sin ninguna autocrítica ni pedido de disculpas al menos, sobre las mentiras del mito de la superpoblación mundial, excusa con la que, en nombre de la seguridad nacional de ellos, nos impusieron a nosotros una serie de medidas contraceptivas exageradas, complejos culturales y cambios de conducta que hasta hoy repercuten en nuestra sociedad.
Como muestra un botón: el presidente de IPS reconoció que si sigue la baja natalidad en Paraguay (2,8 hijos por mujer), el sistema previsional se irá al tacho, porque además de la corrupción, el otro impedimento para sostener el sistema es que nos quedemos sin jóvenes que sostengan la jubilación de los mayores.
Interesante repasar la crónica The Unrealized Horrors of Population Explosion (Los horrores no realizados de la explosión poblacional), donde el periódico neoyorquino abordó el catastrofismo en torno al mito de la superpoblación.
Durante años nos dijeron los “expertos” en nombre de su insospechable “expertabilidad” que “cuando el destino nos alcanzara” el mundo quedaría infestado de gente con hambre, con océanos secos y guerras por alimento.
¿Recuerdan al incuestionable biólogo estadounidense Paul Ehrlich y su libro The Population Bomb, poco menos que la biblia de los neomalthusianos? ¡Cuántas conferencias, posgrados, lavados cerebrales con sus ideas! ¡Todo ha sido desmentido!
Si algo nos queda a los paraguayos es el sentido común.
Siempre sospechamos algo de tanta ayuda para fines poblacionales. Ahora en la mira están nuestros recursos naturales y nuestra sexualidad como eje de manipulación política. ¿Qué otra cosa nos recetarán “para nuestro bien nomás” en el futuro?... Ojalá el admirable pueblo de la nación con la democracia más antigua del mundo despierte de una vez en estas elecciones y digan NO a aquellos que desean gobernar su país y el mundo a expensas de la razón y del sentido común.