16 abr. 2024

Si Asimov fuera paraguayo

Por Luis Bareiro

“Allá por el 2014 casi todo el trabajo físico en la industria será realizado por robots, máquinas que reemplazarán al hombre con mayor precisión y eficiencia”. Este fue el vaticinio que lanzó el gran escritor Isaac Asimov en Nueva York en la feria internacional de ciencias de 1964, ganándose la burla de muchos de los responsables de las políticas de empleo de la época.

La predicción se cumplió a rajatabla. Hoy cerca del 70 por ciento del trabajo industrial está mecanizado. Incluso en áreas de servicio que parecían inmunes a la tecnología como la de los repartidores de comida rápida ven con asombro la irrupción de los drones.

El mundo ingresa aceleradamente a lo que se conoce ya como la cuarta revolución industrial en la que la mayor cantidad de puestos de trabajo se genera en áreas que algunos creían reservadas a la ciencia ficción; la robótica, la nanotecnología, la impresión 3D y la biotecnología.

Estos no son vaticinios literarios sino los resultados de una investigación a escala global sobre el futuro inmediato del mercado laboral que se dio a conocer la semana pasada en el Foro Económico Mundial.

Lo más importante de la pesquisa son las pistas acerca de cuáles son la habilidades que deberá tener quien quiera asegurarse un empleo en el futuro inmediato. Matemáticas, computación e ingeniería, son los tres pilares del conocimiento sobre los que se sostendrán todas las carreras con posibilidades de éxito.

La mayor demanda será por personas con capacidad de analizar datos y de establecer métodos de seguridad cibernética. En ingeniería no habrá profesionales suficientes para las áreas de robótica y nanotecnología. Igual ocurrirá con la biotecnología.

Se estima que para el 2020 quedarán sin empleo más de siete millones de personas, la mayoría de las áreas de administración. En contrapartida, se disparará la demanda por vendedores con habilidades en el uso de tecnología móvil y redes sociales. El recurso más valioso y mejor pagado será el de la creatividad.

Lo único bueno de este fenómeno vertiginoso es que deja a todos los países más o menos en una misma línea de partida. Por ejemplo, un país ignoto como Paraguay que tiene más de 200 millones de dólares para invertir en educación en los próximos dos años (recursos del fondo para la excelencia de la educación que aún no fueron asignados), podría pensar en instalar una universidad de robótica y de biotecnología contratando a los mejores profesionales del mundo. Ya hay una base en el parque tecnológico de Itaipú. O podríamos concentrar esos recursos en revolucionar la educación de las matemáticas. Hoy el único recurso irremplazable es el capital humano. Las empresas vendrán aquí si producimos ese capital. Y hay materia prima en abundancia. Tenemos la oportunidad, una mayoría de niños y jóvenes y el capital inicial. Aprendamos a soñar. Puede que hoy no nos tomen en serio, pero tampoco lo hicieron con Asimov hace medio siglo.

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