Entre otras cualidades, el Gobierno se destaca por los discursos políticamente correctos. El buen gusto y la palabra acertada son la constante.
Algunas de las frases se convirtieron en verdaderos eslóganes publicitarios para vender al Paraguay (al parecer, el único interés de estos tipos que solo piensan en negocios y nunca en políticas públicas). Desde la hoy célebre “Mujer bonita, mujer fácil”, hasta la siempre recordada “Usen y abusen”, tienen cierto tufo sexual.
Del mismo cariz –inspiradas en el Kamasutra– son aquellas no menos famosas como “Levantame un poquito” y “Al revé, má abajo, má arriba”, que también pegan para letras de un reguetón.
Por ahí también, alguna vez habló del Jardín de la Cerveza y del medio vaso lleno, otros actos fallidos, diría Freud si viviera y si le interesara psicoanalizar a semejante cachivache.
Siguiendo este estilo de hablar sin pensar y de gobernar –también sin pensar–, su Gabinete le sigue la corriente y se lanza al concurso de pensamientos inteligentes.
De otros tiempos
De la época de la abuela quedó aquello de que la ropa interior sucia se lava en casa o... ¿era solo la ropa sucia? Da igual. El Ministerio de Salud salió a repartir bikinis con una consigna: Ponete las pilas, hacete el pap. No es la brillantez caminando, pero está bien. En paraguayo: ya da ya.
Lo que está mal es que la viceministra quiso discursear para que su jefazo no sea el único que hablaba paparruchadas. La Barán dijo textualmente, según ABC Color: “Mujeres, bájense la bombachita, háganse el papanicolau, les puede salvar la vida”.
Como mínimo la frasecita es un atentado al buen gusto, ni qué hablar de la incitación a la violencia masculina, machidiscriminación, etcétera, etcétera.
Y ya que estamos en el rubro femenino, el Ministerio de la Mujer lanzó un video publicitario que seguramente hizo un enemigo de las mujeres. En la peliculita de marras, una chica camina por la calle –frente mismo al Ministerio de la Mujer, ni siquiera a una cuadra– cuando un hombre le lanza un piropo con todas unas poses de lo más histriónicas que ni en el Circ du Soleil se ven. Otras personas caminan larín larán sin decir ni pío, hasta que, de repente, de la nada, exhiben unos carteles más que horrorosos en los que se pide el fin del acoso.
No es porque los protagonistas sean feos, pero la campañita es de lo más argel. Mal no le vendría al Gobierno contratar a un asesor más inteligente.