El patrioterismo es una enfermedad social que en su forma más benigna se presenta como un sarpullido. Pero hay circunstancias en que con placer uno se deja exponer a un shock anafiláctico para hacer justicia patriótica. Paso a explicar.
El domingo pasado La Nación de Argentina publicó un material sobre la pobreza en Formosa, firmado por uno de sus editores generales, Carlos M. Reymundo Roberts, y en donde, palabras más palabras menos, nos culpaba del atraso, el clientelismo político y el autoritarismo que sufre la provincia desde hace décadas.
“Ubicada en una región tropical del extremo norte y con estatus de provincia por decisión del presidente Perón en 1955, Formosa comparte más de 750 kilómetros de frontera con Paraguay, país cuya impronta política, económica y cultural ha terminado impregnándola”, escribe como todo un especialista en perjuicio y discriminación.
A igual que todo criminal cultural, necesita esbirros que avalen su tesis, tal como hacía el propio Hitler que se rodeaba de falsos intelectuales para sostener sus peroratas enfermas. Reymundo Roberts echa mano del secretario argentino de Agroindustria, Ricardo Buryaile, quien por haber nacido en Formosa al parecer es todo un experto en paraguayidad.
El editor devenido en periodista prejuicioso lo cita: “Buryaile tiene una visión similar (de la influencia negativa de los paraguayos en Formosa): ‘Es una provincia joven que ha tenido y tiene una enorme corriente inmigratoria de Paraguay, con toda la influencia que eso supone. Los paraguayos son gente dócil y con un componente machista muy marcado. Conozco a Insfrán (Gildo, gobernador ad eternum de la provincia) hace años, tenemos una relación cordial, pero él ha explotado a fondo esas características hasta convertirse en amo y señor de todo’”.
De acuerdo con estos visionarios tuertos, Paraguay tiene tal poder cultural y político que solo por estar viviendo a su lado y enviar alguna que otra partida de pobres para estudiar en sus escuelas, consultar en sus hospitales y votar en sus elecciones, somos capaces de volver autoritaria y corrupta a toda la provincia.
Una cosa es hacernos cargo de nuestros badulaques, pero otra muy distinta y fastidiosa es que tengan que culparnos de los ajenos.
Este tipo de preconceptos resultan alarmantes por venir de quienes vienen, pues se suponen son personas educadas. Aunque muchos estudian solo para reforzar sus miserias.
Busquen en la web la nota y envíenles un respetuoso saludo por el Día de la Amistad. Que tengan buen domingo.