A pesar de la creación de un Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, los trabajadores no observan que sus derechos laborales sean más respetados que cuando solo existía un viceministerio.
El ministro de Trabajo, Guillermo Sosa, tiene una abierta inclinación empresarial y lo hace saber a quien quiera escucharle cada vez que da un discurso o emite declaraciones a un medio de comunicación.
El sindicalismo, principal cuco del gobierno de Horacio Cartes, tiene cada vez menos peso en las negociaciones, producto de la fragmentación de las centrales obreras y del descreimiento de la sociedad hacia la lucha gremial, tras descubrirse varios hechos de corrupción.
Fue quizá el vaciamiento del Banco Nacional de Trabajadores (BNT) el principio del mal que aqueja hoy al sindicalismo, a tal punto que los propios trabajadores –explotados laboralmente en la mayoría de los casos– hicieron suya la jerga empresarial: yo prefiero trabajar para construir el país en vez de manifestarme.
El Ministerio de Trabajo tiene apenas 25 inspectores laborales, a razón de uno por cada 140.000 trabajadores aproximadamente y por cada 9.000 empresas.
Este es el principal motivo por el cual muchas de las empresas radicadas en el país no cumplen con la jornada laboral de ocho horas, no pagan horas extras o si lo hacen no abonan todo lo que corresponde.
La mayoría de las grandes firmas –es más comprensible en el caso de las pequeñas, pero no por ello aceptable– no tiene una sala de lactancia ni mucho menos guarderías para los hijos de sus trabajadores.
En la región, ya corrió la voz sobre la falta de control de las condiciones laborales en empresas instaladas en Paraguay, lo que lo hace “atractivo” para radicar inversiones. Esta fama, acrecentada por este Gobierno, debe ser desterrada.
Es necesario volver a hacerle entender a la gente que solo la unidad de los trabajadores podrá lograr el cumplimiento de sus derechos laborales básicos.
Asimismo, es preciso que entiendan que los trabajadores deben exigirle al Estado que vele por sus derechos laborales. La falta de empleo o de capacitación no es excusa para que las empresas exploten a sus empleados.
También urge una renovación de la dirigencia sindical que recupere la fuerza necesaria para acompañar a los trabajadores en sus reclamos.
Paraguay necesita no solo crecer a nivel macroeconómico, sino también en el respeto a las leyes laborales. No sirve de mucho a los empleados obtener un trabajo en el cual laboren más de ocho horas y ganen un salario por debajo del mínimo establecido en la ley y carezcan de seguro social.