Hace poco más de un año, el movimiento #UNAnotecalles tomó por asalto a la sociedad paraguaya y mostró que los universitarios, como futuros profesionales que llevarán la rienda de la República, no estaban más dispuestos a soportar la corrupción, el nepotismo, el amiguismo y a los planilleros en la casa de estudios más importante del país.
La revuelta estudiantil tuvo logros históricos: el rector Froilán Peralta fue separado del cargo, imputado e incluso enviado a prisión por presuntos delitos cometidos desde su cargo de autoridad universitaria. Además, varios decanos terminaron renunciando ante la presión ejercida por los alumnos, llegando así a una depuración importante de cuadros académicos de las facultades que habían convertido a la universidad en un festín de irregularidades, que salieron a luz por una investigación de ÚH.
Es ingenuo pensar que las claques que se enriquecieron de la UNA durante años serían desterradas en pocos meses. Así se reinició la lucha en la Facultad de Ingeniería tras la elección de Éver Cabrera como decano, un hombre que tiene denuncias por presuntas irregularidades –en algunos casos detectadas por auditorías– durante su función como director del Instituto Nacional de Tecnología y Normalización (INTN). Los estudiantes lo identifican como un docente del grupo de Isacio Vallejo, quien terminó renunciando a su cargo en el 2015 por las protestas. Sostienen que su elección fue arbitraria, que su historial académico es pobre y responde a las roscas de la universidad. Por su parte, Cabrera ya anunció que no dará un paso al costado y adujo que hay una politización de la lucha estudiantil.
El alumnado y parte del sector docente ya solicitaron en reiteradas ocasiones la intervención de la Facultad al Consejo Superior Universitario, que ayer finalmente fue aprobada. Esto implicaría que Cabrera sea apartado momentáneamente mientras se investigan las denuncias en su contra por supuestas repartijas de rubros. Con esto se abre una esperanza de que el conflicto sea zanjado para que los estudiantes puedan volver a clases.
La lucha de los alumnos de Ingeniería –y los padres que los siguen acompañando y dando fuerza con estos tres meses de paro a cuestas– debe ser tenida en cuenta como un ejemplo de dignidad. Se pueden discutir, quizás, sus argumentos pero no hay que perder de vista lo más importante: Hay jóvenes comprometidos con una causa, dispuestos a arriesgar el semestre por una institución más transparente, más democrática y con un mejor nivel académico. Paraguay sufre de un déficit de ingenieros y otras profesiones técnicas para el mercado actual. Se calcula que por cada 10 abogados recibidos, hay un solo ingeniero.
Es urgente que los estudiantes vuelvan a sus clases, pero es igual o quizás más inaplazable el saneamiento de la UNA. Quizás esta lucha de hoy nos dé mañana mejores ingenieros y, sobre todo, profesionales con valores y comprometidos en luchar por un país mejor.