carlos-morales@uhora.com.py
En su taller ubicado en el camino que lleva a la cima del cerro Lambaré, Catalino Cuéllar (68) cada día pone manos a la obra reparando silla cable. Mientras trabaja, la gente que lo reconoce al pasar le grita "¡Adiós, churro!”, haciendo alusión a su apodo, que queda a la vista en la remera que lleva puesta y el nombre de su taller. Ahora el Lejano Oriente aparece en el horizonte de Catalino: En unos meses irá al Japón para enseñar su oficio a los orientales. La posibilidad surgió el mes pasado cuando un joven de apellido Fernando, quien había recibido uno de sus volantes publicitarios, lo llamó preguntando si podía enseñar su trabajo a un japonés que vendría al país en unos días. Catalino aceptó y no se imaginaba las posibilidades que traía consigo el futuro alumno.
promesa. Toshiro Numajiri (42) fotógrafo profesional, es el nombre del alumno que el reparador de sillas tuvo consigo. Catalino es sincero al comentar que no pensaba cobrarle nada para enseñarle su oficio. Sin embargo, el nipón aceptó pagarle G. 300.000 por día. “El vino junto a mí y conversamos. Eso fue un domingo. Quedamos en empezar al día siguiente. El primer día lió dos sillones, pero la terminación la hice yo. Al día siguiente ya hizo uno él solo. Así fue aprendiendo hasta el viernes”, revela Cuéllar al detallar los avances de su pupilo.
Cuando el curso acabó, por así decirlo, el maestro realizó un pequeño agasajo a su alumno. Ya en la despedida, Toshiro le dijo que quería llevarlo a su país un tiempo para que enseñe a otros compatriotas suyos este oficio para montar una fábrica. La propuesta fue aceptada por Catalino y, según cuenta, Toshiro ya le dio todas las indicaciones para preparar los papeles que debe tener listos para el viaje, que podría ser en setiembre. La estadía sería de tres meses.
Grande Pa. En unas cifras podría resumirse parte de su vida: Hace dos años se ubicó en uno de los bordes del camino asfaltado del cerro Lambaré, luego de que la inundación lo haya desplazado de su hogar, al igual que a muchos de sus vecinos. Estuvo casado 45 años hasta que se separó de su ex esposa, con quien tuvo problemas por su pasado con el alcohol, revela. Cobra desde G. 10.000 por reparación y en el menor de los casos puede ganar G. 100.000 por día.
Revela que durante 15 años trabajó en un bar como cocinero. Es padre de 12 hijos, tres de los cuales se dedican a esta actividad. En especial Fátima Cuéllar (34), su hija que lo acompaña de cerca en cada jornada y le dio cuatro de sus 34 nietos, descendencia que se cierra con dos bisnietos. “Con este oficio vivo, trabajo, como y duermo bien. No me quejo. Soy mi personal y patrón”, dice Catalino con satisfacción.