19 abr. 2024

Reformar o matar al Mercosur

Por Alberto Acosta Garbarino, presidente de Dende

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Alberto Acosta Garbarino

Durante el siglo XX el enfrentamiento entre las grandes potencias mundiales tuvo su origen en la disputa ideológica entre el fascismo, el comunismo y el capitalismo. La segunda guerra mundial puso fin al fascismo y la guerra fría el comunismo.

Desde el año 1989, el enfrentamiento entre las potencias mundiales estuvo basado en los grandes intereses económicos y comerciales y esta disputa se ha ido dando en el marco de una revolución tecnológica que ha creado un mercado global, así como ha creado también un consumidor global y que ha permitido que la producción de bienes y servicios, también se vuelva global.

Los principales protagonistas en este mundo globalizado son las poderosas empresas multinacionales, que controlan el 75% de la inversión extranjera directa y el 67% del comercio mundial. Estas empresas son las que deciden a qué países serán trasladadas algunas partes de su proceso productivo.

Los países, para poder aprovechar las ventajas y enfrentar las amenazas de esta globalización, se han organizado en bloques económicos, como la Unión Europea, el Nafta y la Asean.

Con esta visión de un mundo global al cual teníamos que integrarnos inteligentemente, se creó en el año 1991 un ambicioso proyecto llamado Mercado Común del Sur (Mercosur).

Ambicioso, porque inspirados en el modelo de la Unión Europea, pretendíamos construir en pocos años una zona de libre comercio, una unión aduanera y un mercado común, sin tener en cuenta que esta construcción les llevó a los países europeos más de cincuenta años.

Este “sueño” de construir rápidamente un mercado común, se hizo trizas en el año 1998 cuando Brasil, sin coordinar con sus vecinos, decidió devaluar bruscamente su moneda, el real.

A partir de ahí el Mercosur comenzó a caminar sin rumbo..., hasta que en el 2003 cuando en los dos países más grandes de la unión llegaron al poder Lula y Kirchner.

A partir de ahí el rumbo fue totalmente político y no económico; el rumbo fue el de socialismo del siglo XXI en sociedad con la Venezuela chavista; el rumbo fue enfrentarse al “imperialismo norteamericano”.

Con esta visión totalmente politizada, en la IV Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata en el 2005, el Mercosur más Venezuela, consiguieron enterrar definitivamente al ALCA, el proyecto de integración de las Américas liderado por los Estados Unidos.

Coherente con la visión dominante, al año siguiente en el 2006, Venezuela, un país opuesto al libre comercio, firmó el Protocolo de Ingreso al Mercosur, que en su letra dice que es una zona de libre comercio.

Este Protocolo fue aprobado por los Congresos de Brasil, Argentina y Uruguay y no por el del Paraguay. Esto hizo que el ingreso de Venezuela tuviera una demora de seis años, hasta que en el 2012, con el argumento de un “golpe de estado a Lugo” el Paraguay fue suspendido del Mercosur y Venezuela pudo ingresar por la ventana, porque “lo político está por encima de los jurídico” según expresión del pintoresco Pepe Mujica.

Ahora con la caótica situación política, económica y social en Venezuela y con los cambios de Gobierno en el Brasil y la Argentina, estamos en la hora de repensar qué hacer con el Mercosur.

O volver a su idea original pero con un proceso de integración totalmente reformulado, donde con realismo se pueda avanzar en un proceso que nos vaya llevando desde una zona de libre comercio, pasando por la unión aduanera y terminando en un mercado común.

O directamente hay que matar oficialmente a este ya muerto Mercosur y comenzar un nuevo proceso de integración más realista y menos politizado, cuyo único objetivo sea crear una zona de libre comercio.

Algo tenemos que hacer, porque para desarrollarnos, necesitamos integrarnos al mundo.

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