EFE
Decenas de ciudadanos se agolpaban hoy alrededor de los camiones de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), desde los que numerosos productores entregaban bolsas y cajones de lechugas, tomates, pimientos o cebolla, vestidos con camisetas que rezaban: “Somos los que producimos los alimentos”.
Se trata del segundo “verdurazo” que acometen en menos de un año, después de que en septiembre regalaran las mismas cantidades de productos agrícolas tras presentar ante el Congreso Nacional un proyecto de ley que contempla créditos financiados por el Gobierno para que los campesinos puedan asumir el alquiler de la tierra que trabajan.
“En septiembre presentamos una ley de acceso a la tierra para poder producir. Todos somos inquilinos y estamos pagando muy alto el alquiler: entre 5.000 y 7.000 pesos (entre 320 y 450 dólares). Si no nos otorgan un crédito no lo podemos pagar”, asegura Andrea Díaz, una de las productoras congregadas en la protesta.
Antes de acudir a la Plaza de Mayo, varios representantes de la UTT acudieron de nuevo al Congreso este lunes para pedir una audiencia con el ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, a quien acusan de gobernar para los grandes productores, e instarle a que acelere la promulgación de la ley.
“El Gobierno gobierna para los ricos, para los sojeros, los productores de maíz”, protesta Díaz, quien asegura que quienes alimentan a toda Argentina no están “reconocidos”, a pesar de las precarias condiciones en las que, denuncia, trabajan a diario.
Según precisa, los pequeños productores como ellos venden el cajón de lechuga de 20 kilos a 50 pesos (unos 3,20 dólares), mientras que en los supermercados y verdulerías se comercializa un kilo por ese precio, lo que supone un 400 % pérdida para los agricultores, tal y como calculan.
Numerosas personas ya hacían cola en la plaza antes de que llegaran los cargamentos de verduras, como Miriam Castillo, una jubilada que sufre una enfermedad en el esófago y que no puede pagar la dieta variada que le recomienda el médico: “Tengo que hacer una dieta estricta, pero no me alcanza”, denuncia.
Castillo carga contra la inflación acuciante que afrontan los argentinos, que el año pasado rebasó el 40 %, al tiempo que se solidariza con los campesinos, que, según dice, cosechan en unas condiciones precarias y cobran “monedas”, mientras que en Buenos Aires se paga “una fortuna” por los productos.
Aníbal Fernández observa la cola y la define como “Necesidad”. “Es mucha la necesidad y hay que llegar a final de mes. Las verduras están caras y hay que caminar mucho para poder conseguir precios”, relata.