A los profesores de las escuelas oficiales que desarrollan el programa Leo, Pienso y Aprendo no les queda otra que pedir a los padres que adquieran fotocopias de un cuadernillo para los estudiantes.
Cada material cuesta entre G. 35.000 y G. 40.000 y debe comprarse entre marzo y abril para comenzar con las prácticas de lectura. Los educadores aclaran que el pedido es voluntario, pero que las copias son necesarias para el desarrollo de esta metodología.
Leo, Pienso y Aprendo es una estrategia que plantea nuevas prácticas pedagógicas en la enseñanza de la lectoescritura en el aula. La respuesta de los docentes ante este método es positiva en general, a excepción de la falta de libros o cuadernillos para los niños.
¿Por qué son necesarios estos materiales de apoyo? “Porque solo tenemos libros de guía para los docentes, que son muy extensos, no podemos llevar esto a la práctica en el primer grado”, dice el profesor Toribio Ojeda, de la escuela Sotero Colmán del Bañado Tacumbú. Se trata de una compilación que se hizo entre colegas, según el educador. Las fotocopias se hacen de manera semanal o de una vez si la familia dispone de recursos.
Más críticas. “No puede ser igual una estrategia así para una escuela con un contexto casi rural como el Bañado, a lo que se da para una institución educativa urbana ubicada en el centro de la ciudad”, indicaron en Sotero Colmán.
La escasez de cuadernillos de parte del Ministerio, lamentan también los maestros del colegio nacional José Gaspar Rodríguez de Francia.
No obstante, alaban la metodología. “Ayuda a los niños a interpretar lo que leen, no solo repiten la lectura como sucedía antes”, comenta la profesora del primer grado Liduvina Morel.
El método llegó a 45.000 alumnos del primer ciclo de la Educación Escolar Básica el año pasado. Plantean extenderlo al segundo ciclo desde este 2017. Desde el jueves pasado intentamos hablar con representantes del MEC sobre la falta de libros. No respondieron ni el director de la EEB, Pablo Rojas, ni de Currículum, Digna Gauto.
Donaciones. Las bibliotecas de las escuelas de gestión oficial se sostienen a través de dotaciones de firmas privadas, padres, ex alumnos o particulares, debido a que el MEC no invierte en libros.