Paraguay perdió y muy mal ante Uruguay. Y no solo por la holgada diferencia, sino porque se dio un paso atrás en el afianzamiento del equipo.
La estrategia planteada por el Chiqui Arce fue abortada por una selección uruguaya implacable, que asfixió a la Albirroja y la liquidó con la contundencia de sus delanteros.
Solo hubo cierta respuesta al inicio del partido en el que la Celeste no tuvo espacio, pero pronto se fue diluyendo esa fortaleza principalmente con la potencia de Suárez.
GANARON EN TODO. Los de Chiqui Arce nunca reaccionaron y se dejaron ganar en todo; los dirigidos por el Maestro Tabárez ganaron en actitud, porque siempre estuvieron primeros en los rebotes y en las pelotas divididas. Como en el primer gol en el que hubo una serie de errores que desembocaron en la arremetida de Cavani ante la quietud de Pablo Aguilar.
El segundo tanto fue una puñalada al corazón porque fue a través de una vía muy nuestra, la aérea, en la que los defensas se dejaron nuevamente anticipar, esta vez por el Cebolla Rodríguez. Era como para llorar. Y como si todo fuera poco. Facilitando la tarea al rival, Aguilar –coronando una magra noche– cometió un penal inocente a Suárez que este marcó sin titubear.
Y el segundo tiempo prosiguió con el rosario de errores defensivos que Cavani rubricó para el 4-0 que convirtió el sueño del triunfo en una pesadilla horrible, que golpea, que cala profundo en los huesos y en el ánimo, como ese frío intenso de 8 grados que se vivió en el Centenario.