25 abr. 2024

Paraguay versus Uruguay

Por Guido Rodríguez Alcalá

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No me refiero a un partido de fútbol, sino a la presentación de esos dos países en la COP 21, la conferencia mundial contra el cambio climático reunida en París. El Paraguay fue uno de los países que no presentaron ninguna propuesta en la reunión: se limitó a divagar sobre los beneficios de la energía hidroeléctrica, en vez de hacer lo que se le pedía: un inventario de lo que contamina y un compromiso de reducir su propia polución.

El Uruguay presentó una propuesta bien definida: para 2017 reducirá en un 88% su emisión de gases carbónicos con relación a la emisión de 2009-2013. Se le puede creer porque, en los últimos años, ha efectuado una rápida transición hacia las formas de energía renovables, que hoy proveen el 94,5% de su electricidad. Las renovables usadas son la hidroeléctrica, la solar, la eólica (de viento) y la proveniente de la biomasa. Ese cambio a las formas de energía más limpias, en vez de reducir los precios de la electricidad, lo ha bajado (tomando en cuenta la inflación); además, le ha servido para reducir los cortes de electricidad y para exportar electricidad.

En 2008, el Gobierno uruguayo trazó un plan de política energética, que se ha respetado y se respetará, porque cuenta con el apoyo de los diversos partidos políticos. No se han necesitado grandes inversiones; ha bastado con el acuerdo y con la utilización racional de los recursos disponibles. Ha favorecido el proceso el hecho de que las empresas públicas sean confiables, hasta el punto de que muchas empresas privadas hayan decidido trabajar con ellas. Además, existe un marco legal bien definido: las leyes ecológicas son claras, y se dan incentivos a las inversiones en renovables. En resumen, lo decisivo ha sido la decisión política y la planificación racional, como señala el artículo de Jonathan Watts publicado en el Guardian el 3 de diciembre pasado.

Volviendo a nuestro país, ¡cuánto adelantaríamos usando debidamente la energía de Itaipú y Yacyretá! El problema no es solo que no la aprovechamos, sino que no tenemos un plan de largo plazo para su aprovechamiento. Cada cambio de gobierno, e incluso cada cambio de autoridades en las dos binacionales, es un comenzar casi de cero; es comenzar con los proyectos de cortas miras que cederán el lugar a otros del mismo tipo.

Con la energía que producimos, ¿cómo justificar los cortes de luz? Y no se trata solamente de la luz, sino del desperdicio de la energía más limpia, como la hidroeléctrica, y de la utilización de la más sucia, como el carbón, una doble destrucción del medioambiente a causa de la deforestación que requiere su producción. (Por supuesto, existen otras formas de destrucción ambiental, como la que contaminó el lago Ypacaraí).

Concuerdo con Francisco: El mundo marcha hacia el suicidio si no deja de destruir la naturaleza. El argumento más frecuente para seguir destruyéndolo es el económico: el cambio sale demasiado caro. No es cierto, como lo demuestran varios países que no son de los más ricos, como el Uruguay, las Filipinas y Marruecos, celebrados en la COP 21 por su compromiso con el medioambiente.

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