Los obispos de la Iglesia Católica aceptaron el papel de mediación que les ofreció el presidente Horacio Cartes en una mesa de diálogo convocado por él con algún fin de no dejar de violar nuestra Constitución con su plan de imponer su perpetuación por la vía de la enmienda.
Es un papel muy riesgoso cuando el convocante es un hombre que le mintió por escrito al pueblo paraguayo el 31 de octubre de 2016, cuando decía que se apeaba de su plan de perpetuación porque no era el camino constitucional indubitable y porque quebraba el clima de convivencia entre los paraguayos.
Ese mismo hombre, Cartes, ya le había mentido al país y al mundo durante la campaña electoral de 2013, en la que se presentó como el mejor garante de que no se sometería al pueblo paraguayo por tercera vez a una crisis institucional por causa de la ambición de permanecer en el poder.
Entiendo perfectamente que la Iglesia deba sentarse a conversar con mentirosos como Cartes, pero creo saludable advertir a los obispos que Cartes no tiene escrúpulo alguno en mentirles también a ellos como le viene mintiendo a los paraguayos desde hace casi cuatro años.
La advertencia es necesaria porque un mentiroso, por definición, no cumple la palabra que empeña y la propia nota de Cartes del 31 de octubre de 2016 es una prueba incontrovertible de que los mentirosos no respetan ni su propia firma.
Pero hay que advertir a los obispos, además, que Cartes no solamente es mentiroso, sino que al tiempo que hacía gran propaganda mediática de su convocatoria a un diálogo, al mismísimo tiempo convocaba a la jerarquía de su organización política, que se reunió ayer a la mañana en Mburuvicha Róga, para hacer saber al país que la misma está lista para entrar en combate al servicio de su perpetuación.
Lo dejaron muy claro los senadores Lilian Samaniego y Juan Darío Monges y el gobernador de Itapúa, Luis Gneitting, quienes fueron los voceros del mencionado encuentro con el que Cartes amenazó al pueblo paraguayo con desatar una confrontación total si no se aceptan sus términos.
La Iglesia corre el riesgo de ser instrumentada por Cartes para dar respetabilidad a sus amenazas, del mismo modo en que la instrumentó el dictador de Venezuela Nicolás Maduro durante 2016.
Cartes le pide a los obispos católicos que se sienten con él en el mismo momento en que su organización amenaza a periodistas con procesos penales; en el mismo momento en que su Policía, a la que puso bajo la ilegal influencia de su gerente José Ortiz, mató a Rodrigo Quintana, metió balazos en la cara al diputado Édgar Acosta y detuvo ilegalmente a unos doscientos ciudadanos; en el mismo momento en que sus senadores violan el reglamento de la Cámara de Senadores para imponer su perpetuación; en el mismo momento en que endeuda al país sin acuerdo del Congreso y un largo etcétera de abusos que no hacen más que aumentar.
Es decir, Cartes le pide a los obispos sentarse a conversar en el mismo momento en que él golpea y demuele a la institucionalidad de la República y al pueblo paraguayo con la obvia intención de presentarse, cuando su tarea de destrucción esté finiquitada, como alguien inocente a quien las circunstancias obligaron a beneficiarse de la caída de nuestra Constitución.
No pido a los obispos que no hagan lo que deseen hacer, les pido que no permitan que Cartes use sus bendiciones para dar respetabilidad a su asalto al poder.